TOMADO DEL LIBRO DIGITA: "Las bandas musicales de viento, origen, preservación y
evolución". De la Corporación Universitaria del Caribe – CECAR y COLCIENCIAS.
El porro es una melodía o aire musical de la Costa Caribe, que
identifica el folclor musical de la sabana en compañía del fandango y la
cumbia.
Una de las teorías existentes sostiene que el porro nació en la época
precolombina, a partir de los grupos gaiteros de origen indígena, luego
enriquecido por la rítmica africana. Más tarde evoluciona al ser asimilado por
las bandas de viento de carácter militar, que introdujeron los instrumentos de
metal-viento europeos (trompeta, clarinete, trombón, bombardino y tuba), que
son las que hoy se utilizan.
El Porro es hijo de la Cumbia, ambos preponderantes en el folclor de la
costa caribe colombiana. En él se observan los elementos básicos de la fusión
cultural triétnica, con preeminencia del factor africano. Sus ejes son las
ciudades como Cartagena, Montería, Santa Marta, Barranquilla y Sincelejo, como
nos lo resaltan los investigadores Guillermo Abadía y Antonio Brugés: “El porro
nos muestra una realización del pueblo que ha encontrado camino que sabe lleno
de venturosas impresiones, con cierta
equidistancia entre el merengue y la cumbia”.
El porro es nacido y desarrollado en Colombia, principalmente en la
región Caribe (departamentos de Córdoba, Sucre, Bolívar y Atlántico), y luego
extendido a otros confines. Es un ritmo muy alegre y fiestero propicio para el
baile en parejas.
El porro ha tenido espectacular acogida en su expresión de canto,
música y baile, en todos los sectores sociales, por toda Colombia y hasta en
cercanos y lejanos países, como en Francia, donde se han popularizado sus
orquestas para retretas dominicales. Muchas agrupaciones tipo jazz band con
trompetas, trombones, saxos, contrabajo,
batería y percusión antillana, han reemplazado a los conjuntos típicos tradicionales.
Mi ritmo y melodía empezaron a entremezclarse desde la época de la
colonización española. Surjo de la unión entre las gaitas indígenas, los
tambores africanos y los instrumentos de viento europeos. Nazco del mismo
tronco de la cumbia, soy primo del vallenato y del bullerengue. El aborigen me
dio la riqueza melódica de las gaitas; el esclavo me trajo el tambor con su
sincopada tradición rítmica, que en el baile incita al desbaratamiento del
cuerpo, y el colonizador me añadió el sistema tonal.
Soy un híbrido, llevo un cruce de sangres que me dan un carácter
heterogéneo; represento razas distintas en cultura y colores, lo que me hace
mestizo; y exhibo con hidalguía y señorío los elementos tradicionales que me
componen.
Las trompetas son mi voz, ellas me echan a la plaza, a la fiesta de mi
pueblo, me pronuncian con fuerza; los bombardinos le dan forma a mi estilo
armónico, me dan elegancia, me adornan y me tornan orgulloso ante las mujeres,
con el aire de macho manda a callar que me imprimen; los clarinetes me dan la
sabrosura, los gestos coquetos de mi andar; la percusión, el bombo, los
platillos y el redoblante me dan ritmo y les recuerdan a todos que soy caribe.
Quienes me interpretan o me bailan, emiten sobre mis melodías un grito
que es propio de mi esencia al que llaman guapirreo. Es una vehemente
manifestación de sentimientos. Es como ajustar de un golpe la tapa a la botella
en donde se guarda la felicidad. Es decir sin palabras frases como: “Sírvase el
trago, compadre, y celebremos la amistad”.
Cuando el hombre toma impulso para gritarlo, se traga su entorno y su
historia. Cuando lo suelta explota en emoción, y cuando acaba, surge,
derramando, una ebullición de sentires.
Guillermo Valencia Salgado, dice que mi principal fuente creativa se
encuentra en elementos rítmicos de origen africano, principalmente de antiguas
tonadas del pueblo Yoruba, que en el Sinú y en el San Jorge dieron lugar al
surgimiento del “baile cantado”. Por informaciones de tradición oral recogidas
por este irremplazable estudioso del folclor, se supo que el porro también se
tocó sólo con tambores y acompañamiento de palmas y cantado. Lo mismo que con
gaitas y pito atravesado.
La pretensión de darle un lugar único de nacimiento en la costa caribe
colombiana, no ha logrado siquiera un mínimo consenso, y quizás nunca se logre.
Según el escritor y cineasta Juan Ensuncho Bárcena, el porro es oriundo
de San Marcos del Carate, otros dicen que nació en Ciénaga de Oro, alguien
sostiene que es oriundo del Magdalena, también se dice que nació en el Carmen
de Bolívar y de allí migró hacia otras poblaciones de la sabana, hasta llegar
al Sinú. También reclaman derechos de paternidad sobre el porro: Corozal en el
departamento de Sucre, Momil y San Antero en Córdoba.
Estas hipótesis hacen referencia al porro sabanero o “tapao” ya que del
“palitiáo” se acepta comúnmente que su nacimiento se dio en San Pelayo y para
que no haya dudas, se ofrecen lujo de detalles, como los que aporta Orlando
Fals Borda: «El porro nació en 1902, en la plaza principal del pueblo, detrás
de la iglesia y debajo de un palo de totumo».
En cuanto al origen de la expresión PORRO se conocen dos hipótesis
principales: la de que proviene del porro, manduco o percutor con que se golpea
al tambor o bombo y su acción o porrazo, Valencia Salgado sostiene que es
derivada de un tamborcito llamado porro o porrito con que este se ejecutaba.
Antiguamente era una danza suelta, que ha evolucionado hacia el baile
de salón, de pareja tomadas de la mano. En ella no existe coreografía definida,
se repiten movimientos circulares con asedio de los hombres a las mujeres, de
acuerdo con las oportunidades que cada pareja encuentra.
Fue orquestada y convertida en ritmo popular en la costa norte y al
interior del país, sobretodo en Medellín, donde la gente de barriada le dió un
estilo propio, con movimientos corporales altamente influenciados por los
ritmos antillanos de la época.
Guillermo Abadía. En su libro “Compendio General del Folclor
Colombiano”, dice “el nombre porro” para algunos se deriva de “porrazo” o golpe
de porro que se da en la ejecución musical al tambor llamado bombo o tambora;
hay variantes de porro como el “palitiáo” llamado también gaita, completamente
lento, otro es el “porro tapáo” al que también se le llama puya y que se
determina porque en su interpretación jamás deja de sonar el bombo y cada golpe
que se va dando con la porra es un parche, se va tapando el parche opuesto con
la mano para que no vibre más y a esta presión de la mano se le llama
regionalmente “tapáo”.
Octavio Marulanda en “Folclor y cultura general”, agrega que según
Delia Zapata Olivella, el nombre procede de la costumbre de porrear o de bailar
en torno a los tambores llamados porros y afirma además, que musicalmente
presenta el mismo acento africano de compás binario y su acompañamiento en la
forma primitiva, es igual al de la cumbia, aunque cobra más acentos expresivos
con evidentes búsquedas melódicas para dar paso al canto.
El porro en Medellín tuvo un auge grandísimo en los barrios de Enciso,
Caicedo, Buenos Aires, La Milagrosa y muchos más del oriente de Medellín. Estos
crearon una forma singular de bailar, hoy en día se ha retomado bajo el nombre
de porro marcado el cual es de academia.
Compositores famosos lo han orquestado y proyectado a través de la
industria disquera nacional, convirtiéndolo en un ritmo muy popular, no solo en
la costa norte sino también en el interior del país donde fue aceptado con
entusiasmo en la década del 50.
Con la fundación del Festival Nacional del Porro de San Pelayo, en
1977, y el Encuentro Nacional de Bandas de Sincelejo, en 1986, entre otros, que
surgieron como los del Carmen de Bolívar, Cartagena, San Marcos,
Barrancabermeja y Medellín, se terminó por oficializar su difusión en el país,
donde más de una cincuentena de bandas diseminadas en la costa caribe empezaron
a competir en tales eventos, entre las que lucieron las de Rabo Largo, Juvenil
de Chochó, 19 de Marzo de Laguneta, Nueva Esperanza de Manguelito, de Toluviejo
y Superbanda de Colomboy.
Lucho Bermúdez fue uno de los que lo popularizó rápidamente, sobre todo
en Medellín, donde tenía su orquesta y a pesar que esta se desenvolvía a nivel
de los clubes de la alta sociedad, su música llegó hasta las barriadas por
medio del disco, siendo tomado por la gente popular quien le dio un estilo
propio; sus movimientos corporales estaban influenciados notoriamente por los
ritmos antillanos que denominaban el ambiente de esa época, como resultado de
esto quedó lo que hoy algunos llamarían “porro cachaco”.
El primer festival de porro se realizó el 15 de mayo de 1993, en el
barrio Santa Rosa de Lima, sector el Coco. Surge como una necesidad de
canalizar y recoger las expresiones culturales populares de los barrios de la
Comuna 13 de Medellín.
Hoy, el festival de porro se ha convertido en una expresión social, en
un medio que aglutina las prácticas creativas y artísticas; lo autóctono y
tradicional de la cultura del país. El festival es un espacio para mostrar y
confrontar la tendencia expresiva del porro.
Durante 10 años, el festival cultiva, fomenta e impulsa las expresiones
folclóricas de la ciudad, el departamento y el país. Por medio de la música y
la danza, los artistas han creado y expresado sus valores culturales,
aportándole al rescate de lo más auténticos y propio de la cultura de la Sabana
Norte de Colombia
En los últimos años, el festival ha mostrado diferentes modalidades del
porro, que se practica en los barrios populares de Medellín, son ellos: el
porro palitiao o pelayero, el porro tapao y el porro marcado.
Creadores invaluables que han enriquecido el porro a nivel popular, José
Barros y Crecencio Salcedo; en especial Crecencio, que no solo aportó su
talento, sino que además trato de mantenerlo siempre en su estructura
tradicional.
El Porro, género musical por excelencia del Bolívar grande, en su época
de mayor auge, fue el ritmo obligado para amenizar las fiestas desde la Guajira
hasta el golfo de Urabá. Esto indica que el Porro se dio en toda la Costa
Caribe.
El maestro Aquiles Escalante dice «que este aire musical fue cantado
por grupos negros a orillas del mar, y que su nombre provenía de un tamborcito
llamado «Porrito».
Cuando los tambores africanos reciben el aporte melódico de las gaitas
y traveseros, este porro negro evoluciona enriqueciéndose con una dulce y
añorante melodía. Este es el porro que interpretan las cumbiambas de Córdoba,
Sucre, Bolívar y Magdalena, Pero esta melodía que prestan las gaitas es similar
a las formas melódicas que se escuchan en la Cumbia, en el porro y en la Gaita,
por su compás binario; solamente varía el ritmo.
Su vivo ritmo de compás binario se interpreta con conjuntos similares
al de cumbiamba. Su nombre se deriva de los tambores cilíndricos de una
membrana que percutía el esclavo: aporrear con porra o palo y con ritmo
constante y contagioso, como lo afirman sus cantos tradicionales.
El porro presenta características propias tanto en su tiempo, como en
sus melodías y estilos vocales e instrumentales. Se basa en el octosílabo,
coplas en cuarteta, refiriéndose a acontecimientos recientes, que se desplazan
entre lo amoroso y la crónica social, que en un tiempo era colectivo y de mucha
libertad coreográfica, y que ahora es una danza de parejas enlazadas en
compases estables y armónicos.
El porro cuenta con dos variantes: El porro palitiao y el porro tapao. En el primero, el
bombo, instrumento básico, es percutido con dos palos, donde se realiza una
figura rítmica fija, regular sobre el aro, en el momento del estribillo, como
si fuera el cencerro. Es un aire más lento. En el porro tapao se percute el
bombo sobre uno de sus parches, mientras en otro se va tapando con la palma de
la mano para alcanzar matices, evitando la vibración de algunos toques, en un
juego tímbrico de mucha destreza, en aire más rápido.
Esta nueva estructura le da al porro una fisonomía distinta que antes
no tenía, lo que nos permite decir que estamos en presencia de un nuevo género
musical que denominamos Porro Pelayero. Su forma instrumental ha influido en
otros ritmos hasta el punto de tenerlo como generador de nuevos aires
musicales.
Por eso decimos: el porro pelayero por ser instrumental no debe incluir
la letra, pues no es cantado. Su morfología hace relación a cuatro partes muy
definidas: danza introductiva, desarrollo del Porro en sí, nexo preparatorio y
boza o recitativo de los clarinetes. “Boza” significa bozal, lazo que amarra.
Es en esta parte donde el porro pelayero se decanta totalmente. Dicen los
pelayeros: “Se amarra el ritmo”.
Se dice que estas partes del porro pelayero expresan nuestra
nacionalidad. En la danza introductoria se presentan los bailes cortesanos de
la vieja España. La segunda parte responde a las exigencias del bombo, o
tambora, instrumento que impone el ritmo africano que lo influye y lo domina.
En la tercera parte, cuando los clarinetes dan su recital, la voz tonal de este
instrumento nos recuerda el añorante canto de las gaitas indígenas. Es así como
entran en nuestro folclor las tres razas que conforman la nacionalidad: el
español, el africano y el americano indígena. Otro aire musical colombiano no
tiene tan equilibrados los elementos raciales de nuestra cultura, como sí lo
tiene el Porro.
El porro es un baile de cortejo, socio afectivo y de seducción en el
que el hombre le galantea a la mujer para hacer una nueva amistad, enamorarla o
construir nexos que van desde una amistad hasta el vínculo de pareja, como
baile es de carácter recreativo, dado que quienes lo ejecutan lo hacen para
divertirse y congregarse con otras personas. Su fin está predeterminado por el
disfrute y deleite de quienes departen.
Hoy, se baila para pasarla bien, no importando tanto quien sea la
pareja; lo principal es que haya empatía y ganas de bailar, como baile social,
el porro es un ritmo alegre, y por lo general invita al guapirreo y al
corrincho de quienes lo ejecutan, sin caer en el desorden.
Es difícil no gritar un “guepajé” mientras se baila o cuando inicia un
porro; esta práctica es propia de los bailes de negros quienes mantienen este
tipo de expresiones populares. Por lo regular se suele intercambiar de parejas
durante una celebración, dependiendo del tipo de personas y circunstancias que
acompañan el evento.