RANCHERIASTEREO

viernes, 22 de febrero de 2019

LEANDRO DÍAZ, NOVENTA Y UN AÑOS DE SU NATALICIO



Por: Graciela María Morillo Araujo

Leandro Díaz deja de llorar / y suspirar el día que muera”. Esas duras palabras hacen parte de “A mí no me consuela nadie”, primer vallenato que le fue grabado al compositor en 1955, por parte del célebre “Pollo Vallenato”, Luis Enrique Martínez. En la misma pieza, Leandro Díaz se quejaba de cómo sus colegas tenían quien les consolara, mientras que él iba “por la vida renegando de este mal, / un mal terrible que me condena”.

Se refería Díaz, por supuesto, a la ceguera con la que nació, y que resultó ser, en muchas ocasiones, más un obstáculo, la posibilidad de imaginarse paisajes enteros y de plasmarlos en las letras de sus vallenatos.

Nacido un 20 de febrero de 1928 en Hatonuevo, Guajira, Leandro José Díaz Duarte, uno de los grandes creadores de vallenato de todos los tiempos, autor de clásicos como “Matilde Lina”, “La diosa coronada” y “Bajo el palo’e mango”, nació invidente. Eso no fue obstáculo para convertirse en uno de los compositores con mayor capacidad de descripción del género, que hablaba de “las aguas claras del río Tocaimo” o de “nubes azotadas de viento”.

En su infancia, les pedía a sus primos y amigos que le leyeran las historias que a él se le imposibilitaban. Su contacto con juglares como Emiliano Zuleta, Lorenzo Morales y Chico Bolaño le determinaron unas influencias que quedaron plasmadas en composiciones como “Esperanza perdida”, “La gordita”, “El cardón guajiro”, “El negativo”, “Preciosa mujer” y las ya mencionadas.

Su primera composición, “La loba de ceniza”, la creó a sus 17 años, y en 1955, el “Pollo Vallenato” Luis Enrique Martínez llevó por primera vez al disco una composición suya, “A mí no me consuela nadie”.

Tras dejar su natal Hatonuevo, Díaz se asentó en Tocaimo, Cesar, donde compuso el merengue “Los tocaimeros”, en el que mencionaba a todas las familias de renombre en dicha localidad. De hecho, en el vallenato fue considerado una suerte de rey del merengue por su afinidad con ese aire, en el que además escribió “La parrandita”, “La contra” y varias piezas más.

Muchas fueron las dignidades recibidas en vida por Leandro Díaz, entre ellas su declaratoria de rey Vitalicio del Festival de la Leyenda Vallenata en su edición número 38 al lado entre otros de Rafael Escalona, Calixto Ochoa y Tobías Pumarejo; pero seguramente su más notable orgullo haya sido que los versos de “La diosa coronada”, tema dedicado a una mujer que nunca le prestó atención, fueran empleados como epígrafe de “El amor en los tiempos del cólera” por su autor, el Nobel de literatura Gabriel García Márquez.

Quedan los ecos de quien fuera el último gran juglar del vallenato, el mismo que alguna vez dijo: “Yo creo que Dios no me puso ojos en la cara porque se demoró poniéndome ojos en el alma”.

Leandro Díaz Duarte, uno de los más grandes Juglares del vallenato.

miércoles, 6 de febrero de 2019

JUAN PIÑA VALDERRAMA "EL AZOTE DEL VALLENATO"



Juan Piña, el niño consentido de San Marcos (Sucre), Hijo del que fuera director de la banda de San Marcos, fue la música autóctona quien lo arrulló desde la cuna, y tal vez precisamente quien le dio esa voz increíble de tenor que sólo era comparable a la del fallecido Rafael Orozco y por la que aparecía después en los coros de todas las grabaciones Vallenatas de los setentas, ya fueran de Diomedes Díaz, el Binomio de Oro, los Hermanos Zuleta o de tantos otros. A sus 16 años llega a Medellín a probar suerte y es reclutado por la Orquesta de Los Hermanos Martelo con la que cosechó tal éxito que pudo lanzarse al solitario formando la Orquesta La Revelación al lado de su hermano Carlos Piña. Y es aquí donde Juan Piña no sólo se convirtió en la gran voz que era acompañada de una de las orquestas más potentes de Colombia.

Juan decidió apostar por el folklore Colombiano en medio de la internacionalización de la música, y se la jugó de tal forma que el Fandango, el Paseo, la Cumbia, el Mapalé, La Música de Banda y por supuesto “El Vallenato” tenían cabida por igual en su repertorio, adaptando y alimentando aquellas raíces con el formato completo de la Big Band, con lo cual, fue Juan uno de los pocos exponentes de la música colombiana que tuvo acceso a los grandes salones de baile de Colombia y la Radio.



Junto al gran acordeonero Ismael Rudas graban el álbum "El Azote Vallenato" donde sobresalen los temas El Almirante Padilla compuesta por Rafael Escalona y Compañera compuesta por Daniel Celedon Orsini, en esa canción fue la primera vez que se escuchó hablar de Darío Valenzuela; y muchos nos enteramos de su existencia, tal como se enteraron todos (eso creo) los amantes de la música Vallenata en Colombia, a través del cantante sucreño Juan Piña, quien ese momento se daba el lujo de grabar dos (LP) Long Play por año, uno con su orquesta “La Revelación” y otro de música Vallenata, mientras triunfaba con su orquesta; grababa al solitario Vallenatos inmortales, ahora siendo él la voz líder, de los cuales hoy nos deja; Compañera, Cómo Quieres Que Te Olvide, Grito en La Guajira, La Duda, entre muchas otras, aunque al mismo tiempo hacía sus incursiones como corista (primera voz) de casi todas las agrupaciones de ese género, como lo recalcamos antes, y en los diferentes sellos disqueros que ocupaban el panorama discográfico de esas épocas.

Pues bien, el LP al que nos referimos es “El Azote Vallenato”, año 1978; segundo de Juan Piña, al lado del que también sería su segundo acordeonista, el maestro Ismael Rudas Mieles, quien nació el 3 de Enero de 1948, en la población de Caracolicito, departamento en esa época Magdalena; hoy Cesar. Fue allí, en ese pueblito, donde comenzó su infancia musical, guiado por la asesoría de su padre Ismael Antonio Rudas Jaramillo, quien era un diestro en la estructura, conformación y reparación del acordeón diatónico, tanto, que diseñó un acordeón tan pequeño que solo tenía siete notas en la parte de la mano derecha, y dos bajos en la parte de la mano izquierda, donde su hijo Ismaelito, a la edad de cuatro años sacó las primeras notas de “La Piña Madura.

Juan Piña e Ismael Rudas, logran poner en los primeros lugares de sintonía casi todo el repertorio que escogieron para ese trabajo discográfico, pero indiscutiblemente la canción bandera fue el paseo romántico “Compañera”, del compositor Daniel Celedon Orsini.

Y fue “Compañera” la canción que Valenzuela (Técnico de Controles en la Consola) escogió para que Juan Piña le enviara un saludo, que quedo Inmortalizado en esta bella canción.

Álbum: Azote Vallenato
Año: 1978
Cantante: Juan Piña
Acordeón: Ismael Rudas
Canción: Compañera
Compositor: Daniel Celedon Orsini