RANCHERIASTEREO

miércoles, 28 de noviembre de 2018

ASÍ HE QUEDADO YO



Por: Checho Diaz.


Si hablar de vallenatos inolvidables decembrinos, hablamos de grandes recuerdos en el ser humano, poesías convertidas en canciones, sucesos llenos de alegrías y tristezas en algunas ocasiones. Es el caso de una de las canciones mas recordadas en el mes de diciembre, canciones que en el fin de año nos vuelven melancólicos, llenándonos de recuerdos,"Así He Quedado Yo" una obra musical de uno de los grandes compositores que tiene el vallenato de verdad, Jacinto Leonardi Vega, de La Junta, La Guajira, grabada por Los Betos en 1985.

Así He Quedado Yo, la canción mas rápida que ha compuesto Jacinto Leonardi Vega, en medio de una desilusión hace muchos años. Una historia de amor que comenzó en La Junta, Guajira, tierras de este poeta. Jacinto vivía y estudiaba en valledupar, en sus vacaciones siempre llegaba a su querida Junta; en medio de sus vacaciones que iban y venían, conoció a "La Nena" como la llamaban, y se enamoró perdidamente de ella; sus ojos solo veían en ella un amor para nunca acabar, jóvenes dispuestos a brindarse todo el cariño que los acogía, ella contaba con algunos 15 años y Leonardi vega de unos 17; Unos amores sanos, donde solo cabían las bonitas palabras y los encuentros a escondidas donde solo ellos eran testigos del amor que se prometían. 

Apenas comenzando este noviazgo, Leonardi tuvo que marcharse par ala ciudad de Bogotá, pero la distancia no fue impedimento ni para ella, ni mucho menos para el; esto se haba convertido entre ellos un romance hermosisimo, era la época de las cartas, de los telegramas, donde ella desde lo mas profundo del alma le escribía en la distancia sus cartas llenas de mucho cariño, cartas que llegaban con el olor a su perfume, detalles de ambos, eran su principal sostenimiento para la relación. Cartas poéticas que ella se aprendía de memoria y se las recitaba por teléfono. (Fue tan grande ese amor por ella, que sus primeras canciones fueron dedicadas a "la nena", entre esos éxitos ESPÉRAME, grabada por Silvio Brito y Ciro Meza, ALLÁ EN MI TIERRA, grabada por Jairo Serrano Y El Pompi Rosado). Tantas canciones, versos dedicados con el mas profundo amor que sentía, serenatas vía telefónica y sus vacaciones que no desperdiciaba para ir a verla, un aliciente para los dos. 

El tiempo transcurría y a mediados de 1984 llegó un medico de Villnueva Guajira a San Juan del Cesar hacer el Rural, municipio donde estudiaba la joven, y este quiso ser el centro de atracción para las jóvenes en aquella época, ¨¨el don juan del pueblo¨¨, empezando a molestarlas y enamorándolas, entre muchas, empezó a conquistar y echarle "el cuento" a la joven novia del compositor. El tiempo pasaba y en medio de conquistas del medico, ella calló en sus garras, sosteniendo entre ambos una relación. 

El tiempo en su andar, pasaba y el 22 de Diciembre de 1984 llegó Jacinto a valledupar y Marciano Martinez al saber de su presencia en el valle, lo llamo y le contó lo que sucedía; noticia que le arrugó el corazón por completo al poeta, sintió que el mundo se le derrumbaba, al saber lo que nunca pasaría por su mente, una traición amorosa. 



En medio de tanto dolor y destrozado, en su casa, se le vinieron muchas cosas a la cabeza, entre ellas unos versos de mucha melancolía, al saber lo que pasaba, una obra musical que hizo en media hora de principio a fin. Fueron tantas las cosas que le sucedían en ese momento que no tuvo espera para componerla. El 30 de diciembre de ese mismo año, el compositor se marchó para la junta a ponerle una serenata con esa misma canción que le había compuesto, "ASÍ HE QUEDADO YO"... La noche caducaba y asomaba la madrugada cuando se acercó a su ventana y entonó aquellos versos llenos de tristezas...


Entre mi pueblo y el fondo azul del cielo 
Yo veo muy triste llegar el año nuevo 
Todo es igual menos mi dolor 
No eres la misma tu vuelo te cambió 
Ahora tus besos me saben a traición 
Porque si yo te di lo mejor... 

Ella, al escuchar su voz se vino en lagrimas al asomarse a su ventana, esa noche lo acompañó Uchi Escobar en el acordeón y otro amigo en la guitarra. Se venían los Betos con un nuevo LP para 1985, tenían casi todo listo y estaban recogiendo ya casi una ultima canción para llenar todo el Disco. 

Para la época, la llamada se presentó por parte de Beto Villa, quien quería una canción de Jacinto Leonardi: Al marcharse el compositor nuevamente a Bogotá, allá se reunieron para escuchar la obra musical, ese día desayunaban en el hotel Cosmos de la capital colombiana, al escucharla fue una felicidad para villa, por el mensaje y el contenido literario que tenia. En el estudio nuevamente la cantó, Jacinto el mismo hizo la guía, ASÍ HE QUEDADO YO, fue la ultima canción que llegó al proyecto PARRANDAS INOLVIDABLES. 1985.


https://www.facebook.com/chechodiazvallenato/videos/180876966186157/

GUSTAVO GUTIERREZ CABELLO EL DEL ALMA HERIDA






















Por Mauricio René Pichot Elles.


Conocí personalmente a Gustavo Gutiérrez, apenas hace algunos años. Es flaco, irremediablemente flaco y quedo, muy quedo como dirían en Macondo para referirse a aquellos que por dentro tenemos un sentimentalismo permanente… que andan como zurumbáticos, dicen en el Caribe. Como si de un alma herida se tratara, de una perpetúa pena por dentro. “Que andan como idos”, le escuché alguna vez a una vieja atanquera.

“Es algo que yo no me he podido explicar nunca, pero es un sentimiento que llevo por dentro, como una tristeza de siempre”, me dijo, como si quisiera disculparse, en un momento de alguna de las varias conversaciones que tuvimos antes y después de este primer encuentro personal, tantas veces por mí anhelado.

Tiene el cabello abundante y negro. No le veo una sola cana a pesar de ser un hombre que pasa de setenta años. Tiene cejas abundantes y una cara de adolescente siempre pensativo. 

Era un sábado por la tarde, caluroso, brillante y como lavado por una lluvia reciente de esas que cada vez son menos continuas en Bogotá si recordamos la frase de Gabito cuando llegó a la ciudad en los años cuarenta del siglo pasado. “Es una ciudad donde llueve constantemente y las campanas tocan a muerto todos los días”.

Gustavo había llegado a un estudio musical del norte de la ciudad a acompañar a un grupo de niños invidentes que grabarían su primer disco de cantos vallenatos, con cantos clásicos, entre ellos, algunos de Gustavo. La iniciativa lo entusiasmó desde el principio. En el estudio, Gustavo se movía en medio de los niños. Escuchaba y corregía a los pequeños y de vez en cuando aprobaba con la cabeza y con la barbilla apoyada en una de sus manos.

Adentro, en el inmenso acuario ´de la grabación, uno de los niños Arley tocaba con su acordeón la melodía inconfundible de Así fue mi querer. Su voz, en tránsito de la niñez a la adolescencia, cantaba…”muere lentamente, muere un querer, amanece un nuevo día y estoy muy resentido de tu proceder”… Gustavo sonreía.

De repente, Gustavo, quien analiza y mira, entona el canto completo con el acordeón de Arley en un instante, el estudio se llena de magia. El poeta, extasiado por los recuerdos y las nostalgias, cierra los ojos y a uno se le aprieta el alma. Su voz invade los corazones de todos los presentes.

Muere lentamente, muere un querer amanece un nuevo día y estoy muy resentido de tu proceder como hojas secas del árbol que caía en verano humilladas por la brisa se ven rodar…

Era octubre de 1979 y Gustavo recién se retiraba de la Oficina de Turismo de Valledupar, de su viejo Valle Querido. El paso por un puesto público lo había mortificado. “Fueron cinco años en los que no pude componer ni una canción”. Cuando le pregunto por una estrofa en especial del canto, en donde hace una bella metáfora… 

En lo alto de la montaña sólo hay silencio el viento es fresco y cuando hay tiempo de lluvia las nubes besan la punta ´el cerro. rumores de melodía sólo se escuchan de ese romance limpio como es la Nevada, brillante como la luz del día…

Entonces relata enternecido, “yo estaba en Río Seco, cerca de Patillal. Había ido a acompañar a mi hermano José Tobías, quien iba a revisar un cultivo y después de un torrencial aguacero me quedé embelesado y miraba hacia el Cerro donde la punta se juntaba con las nubes, de allí, acompañado con un amor en el alma, nació la canción”. El canto fue grabado en los años ochenta por el acordeón de Emiliano Alcides y Tomas Alfonso Zuleta Díaz, los hermanos Poncho y Emilianito Zuleta.

Así fue mi querer es uno de los cantos de Gustavo que transmite una extraña sensación, de esas que dan ganas de llorar de alegría. A mí me gusta mucho, relata mientras queda en el aire el eco del acordeón nostálgico de Arley y el Poeta lo mira entretenido.

La grabación continúa y los niños reciben atentos las recomendaciones del Maestro para poder plasmar en los modernos compactos del siglo veinte el sentimiento de cada uno de esos autores legendarios que interpretan llenos de la ilusión propia de quienes apenas despiertan a la vida.

En una de las pausas de la grabación, me acerqué al Poeta. “Cómo va el programa, me preguntó”. Bien, le respondí emocionado. Se refería a un espacio radial de los sábados en la emisora de la Universidad Nacional en Bogotá, en donde cuento las historias, crónicas y relatos de los cantos vallenatos junto a cada una de esas interpretaciones. A Gustavo ya lo había entrevistado varias veces para conocer de él y del origen de sus cantos.

A su lado estaban Gustavo José y Evaristo, dos de sus hijos. A Gustavo José, le compuso Mi Niño Se Creció. “En algún momento me di cuenta que el tiempo había pasado muy rápido y ya Gustavo José era un hombrecito de diez años y me entró la nostalgia. 

“El hijo que tanto quiero me vino a endulzar la vida y con mi madre querida lo que más quiero, lo que más quiero. Son dos amores que tengo, el uno nuevo y el otro viejo…

El canto lo grabaron en los años ochenta los hermanos Tomás Alfonso y Emiliano Alcides Zuleta Díaz, dos de los hijos del viejo Emiliano Zuleta Baquero.

“De niño era muy enfermizo. A mi mamá le decían que yo no iba a pegá.” Me dijo en otra ocasión por teléfono. El día en que lo conocí personalmente, era una tarde de un sábado brillante y lavado por el viento frío de una lluvia reciente. Bogotá, la ciudad a donde yo había llegado hacía más de dos décadas, despedía a uno de esos aguaceros ligeros, rápidos, que contrastan con el cielo espeso y la llovizna perenne que aún persiste en algunos días, igual a la que vio el Hijo del Telegrafista de Aracataca cuando vino a este lugar en la primera mitad del siglo pasado y sobre la que dijo después “la gente viste de negro, llueve todos los días y las campanas tocan a muerto”.

Ya la gente no viste de negro, excepcionalmente se usa. Bogotá se llenó de colorido y el cambio de clima es constante. En pocas ocasiones se ve esa ciudad triste de antaño.

miércoles, 14 de noviembre de 2018

CUANDO MATILDE CAMINA



Por Ariel Castillo

Ingeniero Agrónomo y Premio Nacional de Periodismo ‘Simón Bolívar’ 2007, el villanuevero Julio César Oñate Martínez es un compositor que no se ha conformado con enriquecer nuestro folclor mediante el aporte de sus canciones, sino que se ha dedicado, con rigor y lucidez, a estudiar a fondo la rica tradición musical del Caribe colombiano y, lo que es aún más valioso, a comunicarnos los resultados de sus indagaciones.

Autor de ‘El abc del vallenato’, un verdadero vademécum para los amantes del vallenato, Julio Oñate nos entrega en esta ocasión ‘Cuando Matilde Camina’, en el que cuenta las historias de 32 canciones clásicas de la música de acordeón, narradas con la sabrosura y la maestría de un premio nacional de periodismo, lo que constituye una garantía de deleite para el lector, quien tiene además la oportunidad de poner como fondo musical los dos CD que acompañan el libro en el cual se reúnen nuevas versiones de las canciones, en formato tradicional de caja, guacharaca, acordeón y guitarra, a cargo de reyes vallenatos (Náfer Durán, Juan José Granados, Omar Geles, ‘Chiche’ Martínez, ‘Beto’ Rada, Ciro Meza, ‘El Pollito’ Herrera, Freddy Sierra, Harold Rivera, entre otros); acompañados por los mejores cajeros y guacharaqueros de Valledupar; vocalizados por cantantes consagrados (Ivo Díaz, Iván Villazón, Daniel Celedón, Elías Rosado, Freddy Peralta, Poncho Cotes Jr.) y nuevas y sorprendentes voces femeninas (Jenny Cabello, Martha Solano, Lucy Vidal) que con los coros de Julito Morillo consiguen la mejor grabación de vallenato puro de los últimos tiempos.
Uno de los mitos que se han tejido en torno al vallenato a raíz de su encumbramiento a lo largo y ancho del país, ha sido el de su carácter narrativo, su condición de periódico cantado para llevar las noticias de un pueblo a otro. Si esto fue así alguna vez, no quedan testimonios probatorios. Pero lo que no ofrece dudas es la tendencia del vallenato tradicional a arraigar en la realidad antes de emprender el vuelo verbal de los cantos. De allí la abundancia de nombres propios de personajes o pueblos o lugares, al servicio de núcleos narrativos que muchas veces sólo se esbozan o comentan, pero no se desarrollan. De allí también que, en algunas ocasiones, la historia de los cantos, al privilegiar los detalles, los sabrosos pormenores, sea superior, narrativamente hablando, a la que cuentan los cantos.
Pero en numerosos casos, para el oyente que no ha crecido dentro de ese ambiente cultural las referencias a la realidad local se convierten en enigmas.
Ese es justamente uno de los grandes servicios de Cuando Matilde camina, este libro atento de Julio Oñate quien rastrea y reconstruye, acudiendo a diversas fuentes, la anécdota, manifiesta o insinuada, en treinta y dos composiciones clásicas de la música de acordeón, nacidas de una circunstancia particular vivida o conocida por el compositor, con lo que enriquece nuestra apreciación de las canciones y aumenta el disfrute de las mismas, al aclararnos alusiones y referencias de difícil y, a veces, imposible comprensión, por su carácter local. Cuando el oyente tiene las claves necesarias para entender a plenitud las canciones, éstas trascienden la circunstancia individual y municipal y se convierten en radiografías o símbolos de una manera de vivir, de un orden social, de una condición particular de los seres humanos. Hoy, cuando la inclusión de la música de acordeón en el reconocimiento global de los Grammy Latinos amplía hasta extremos impensados el público de esta expresión musical, se hacen imperiosos estos trabajos que contribuyen a su difusión y a su apreciación competente por un público amplio, más allá del río Cesar.
Pero el libro es mucho más que una reunión de anécdotas amenas narradas con un gran sabor costumbrista que se manifiesta en dichos, adjetivos, metáforas y léxico de uso popular caribe, además de un constante humor sano y socarrón, que confiere a los cuentos y cuadros que Julio recrea el sabor celestial de la conversación coloquial y parrandera en la que al goce de los cantos se alía el encanto de los cuentos.
Cuando Matilde camina es asimismo una especie de novela de aventuras caribes por los recodos más intrincados de nuestra región, un viaje permanente que se inicia a comienzos del siglo pasado en Ciénaga y se extiende hasta la llegada de los aparatos de sonido y el olvido de los conjuntos de gaiteros y de las bandas, y su recorrido nos permite un encuentro con muchos de sus personajes emblemáticos, a bordo de lanchas, yips, motos, chivas o carrocerías de camiones y una excursión por las infinitas fiestas, desde bailes de salón hasta corralejas, con sus ríos de ron, sus cataratas de cerveza, sus arroyos de chirrinche, sus mares de whisky y sus jagüeyes de ñeque.
Leer este libro no sólo amplía nuestro conocimiento de la región Caribe colombiana y sus hábitos culturales, su manera de ser, inmortalizada por Cien años de soledad hace cuarenta años, sino que también nos ayuda a entender por qué García Márquez afirmó que su novela es un vallenato de cuatrocientas páginas.
Un detalle llama la atención en la mayoría de las composiciones: su origen está íntimamente ligado al fracaso, a la tragedia, a la muerte, al engaño, a la derrota, a la estafa. Sin embargo, el poder redentor de la palabra poética aunado al bálsamo de la música no sólo las rescata de las contingencias del tiempo, sino que las transforma en ámbito para el encuentro y la comprensión entre los seres humanos a través del rito ancestral del baile. Pero Julio no se limita al delicioso y divertido relato de las historias que van de la picaresca a la tragedia, de la comedia al melodrama, sino que comparte también con el lector numerosos datos relacionados con la historia de la música del Caribe colombiano, como los nombres de muchos músicos hoy olvidados que cumplieron el papel de insomnes pioneros; los despojos o las usurpaciones de los derechos de autor de algunas composiciones (el más afectado, Germán Serna), el diálogo cordial de la música de acordeón con el cuplé y el son cubano (‘Mírame’ y ‘La piña madura’); la historia de algunas grabaciones (‘Compae Chipuco’, ‘La banda borracha’, ‘El viejo Miguel’), la tergiversación de las letras (‘El verano’) y su recepción y proyección (‘Marianita’ que se vuelve frase insultante; ‘El caimán’ que llega al cine: y pudo haberse contado cómo se lo cantaban en Madrid a Franco).
Es de esperar que ‘Cuando Matilde camina’ no sólo transite de manera triunfal en el corazón y la memoria de los lectores, sino que sea el inicio de una larga saga de relatos que nos sigan informando de las intimidades e incidencias de los cantos populares.

Mientras tanto, de manera particular, recomiendo al lector detenerse en algunas historias que son verdaderos cuentos llenos de suspenso como la confusa muerte del gallo pivijayero ‘Poncho Zuleta’ o el destierro de Simón Salas por la Vieja Sara, y conocer de cerca a personajes memorables como las figuras paternas de Miguel Pacheco y Felipe Namén, enterarse de las picardías del indio Manuel María y del compositor Adriano Salas Manjarrés de polizón en un buque por las Islas Canarias, y de la historia trágica del siniestro de Ovejas o la muerte de Eduardo Lora y de Alicia Adorada; y disfrutar, además, de la compañía de las inolvidables mujeres sensuales que provocan a su paso no sólo la sonrisa de la sabana, sino una estela de pasión intensa, como la ‘Cañaguatera’, la ‘Pule Muegues’ y la ‘Aventurera’ que volvió loco a Pablito Flores, o la religiosidad heterodoxa de ‘Pepe’ Castro o la constancia amorosa del pirata guitarrista del Loperena o la amoralidad del viejo Emiliano Zuleta. Julio Oñate ha dicho que ya tiene adelantado el segundo tomo de estas investigaciones que aspiran a contar la historia de 32 canciones hasta llegar a 100 cantos vallenatos de primera línea. Quedamos desde ya a la espera de que esta promesa se cumpla, pues este tipo de trabajos llena un vacío para quienes apreciamos el vallenato y no hemos tenido el privilegio de nacer en las tierras del cacique Upar.