RANCHERIASTEREO

martes, 1 de diciembre de 2015

Vallenato y sus transfusiones " El vallenato Patrimonio Inmaterial de la Humanidad"

Por: Juan Carlos Piedrahíta B.

El Café la Bolsa era el lugar exclusivo del vallenato en Valledupar durante la década del 50. En aquel entonces, el danzón, el filin y el bolero cubano se encargaban de marcar los ritmos en los clubes tradicionales y en los sitios de tertulia del Cesar, mientras que el folclor era una designación casi particular para las zonas rurales y para este cafetín, en el que después de las 5 de la tarde se encontraban algunos artistas y líderes comunitarios listos a debatir sobre el futuro político del país, y cuatro horas más tarde, personajes como Lorenzo Morales, Emiliano Zuleta y Rafael Escalona relataban sus vivencias cotidianas.

Allí la jornada no podía terminar en algo distinto a una gran parranda vallenata y en ellas participaba Hugues Martínez, padre de José Darío y directo responsable de que ‘Chabuco’ hubiera optado por la interpretación de estos clásicos de clásicos.

Nido de amor, de Octavio Daza; La casa, de Carlos Huertas; Así fue mi querer, de Gustavo Gutiérrez Cabello, y A un colega, de Emiliano Zuleta Díaz, son algunos de las piezas entrañables del folclor vallenato que ‘Chabuco’ recopiló en su más reciente producción discográfica, llamada Clásicos Café la Bolsa, en la que lo acompañan Kike Purizaga en los teclados, Diego Valdés en el bajo, Horacio ‘El Negro’ Hernández en la batería y Dayhan Díaz en la trompeta. En este álbum no hay acordeón, pero se insinúa toda la esencia de la tradición folclórica.

“Este formato con el que interpreté la música que me ha acompañado durante toda la vida creo que le da un puesto bonito al vallenato y me parece que es más fácil que se entienda fuera del país”, comenta ‘Chabuco’, quien desde 1998 y por casi cuatro años fue el vocalista del grupo Los Pelaos y después hizo pareja artística con el acordeonero Nicolás de los Ríos.

Como solista, ‘Chabuco’ ha querido impulsar las historias de su tierra, pero innovando en la forma de presentarlas. Por eso en su primer disco, Nació mi poesía, las interpretó con el respaldo de un piano. Ahora en su segundo registro amplió la estructura para intentar que el vallenato ingrese en los festivales de jazz y de música étnica en todos los rincones del mundo. “Valledupar está entre la Serranía del Perijá y la Sierra Nevada de Santa Marta y allí fluye magia. Es una tierra de mucha pasión, por eso brota tanta gente campesina a la que le gusta contar su cotidianidad y sería lindo que el mundo entero se convirtiera en cómplice de esa tradición”, dice ‘Chabuco’, quien además se confiesa seguidor de Pablo Milanés y de los demás integrantes de la Nueva Trova Cubana, pero también, y gracias a su hermano pintor, disfruta del soul y del rock.

Con esta nueva indumentaria, el vallenato no se reserva el derecho de admisión y aunque salió del ‘exclusivo’ lugar del Café la Bolsa, tiene la intención de eliminar las pocas fronteras que todavía se le resisten.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

EL ADIOS A UN JUGLAR Calixto Ochoa Campos

Calixto Ochoa nació en la población de Valencia de Jesús, departamento del Cesar, el 14 de agosto de 1934. Sus inicios musicales se remontan a su niñez cuando se escapaba de la casa y se iba a las parrandas que se hacían en las fincas del Cesar, donde sus hermanos mayores, buenos acordeoneros, tocaban hasta el amanecer. Según sus propias palabras, le cogía a escondidas el acordeón a sus hermanos Juan y Rafael Ochoa y así aprendió el manejo de este instrumento de origen alemán.

“Con el tiempo y con esfuerzo compré un acordeón y comenzaron a buscarme para que tocara en las fincas y en los pueblos de por aquí. Hasta que en una ocasión un amigo me propuso que saliéramos a recorrer la Costa”. A los 19 años se marchó del hogar y estuvo en San Jacinto, Carmen de Bolívar, Ovejas, Corozal y otras poblaciones, en la época en que el conjunto vallenato sólo estaba compuesto de acordeón, guacharaca y caja.


De pueblo en pueblo, llegó a Sincelejo en 1956 donde realizó su primera grabación, que tuvo muy buena acogida y le abrió las puertas a las grandes disqueras del país. Tenía 21 años cuando grabó su primer disco titulado El lirio rojo para el desaparecido sello ECO. Esta canción, que tuvo muy buena acogida en toda la Costa, le abrió las puertas de las grandes casas disqueras del país. Discos Fuentes fue la primera en llamarlo y fue artista exclusivo de ésta por más de una década. Tras 13 años de trabajar para Discos Fuentes, ensayó con otras empresas, pero siempre volvió a la compañía con la que tantos triunfos construyó.

Se coronó Rey vallenato en el III Festival de la Leyenda Vallenata, que se llevó a cabo en 1970, con los temas El gavilán castigador y La puya regional. Ganó en reñida competencia con personajes de la talla de Náfer Durán y Emiliano Zuleta Díaz. En 1961 fue fundador de la famosa agrupación Los Corraleros de Majagual, junto con Alfredo Gutiérrez, Eliseo Herrera, César Castro, Lucho Pérez y Antonio Cavas. Todos ellos eran jefes de sus propios conjuntos y un buen día decidieron conformar un "conjunto de conjuntos" que agrupara a las principales figuras de ese momento, algo parecido a lo que había hecho la Sonora Matancera en Cuba.

El talento supremo de Calixto Ochoa se evidencia en éxitos como Los sabanales, Playas marinas,  Todo es para ti, La india motilona, La reina del espacio, Marily, La Compañerita, La Llanerita, Palabra Sagrada, Irene, El niño inteligente, Chispita de Oro, La Voz del Pueblo, Cuatro Penas, Si el mar se volviera ron, Angelito (Nubia), Hombre enamorado, Amparito, Mi Color Moreno, Diana, El solterito,  y El africano, entre otros, siendo Diomedes Díaz su máximo interprete.

Calixto Ochoa creó su conjunto con el cual interpreta sus propias obras, que ha compuesto en ritmo de paseo, porro, son, cumbia y paseaíto. Este último, el paseaíto, fue un ritmo creado por él en Cartagena, que es un paseo con un poco de más movimiento.

Tanto con Los Corraleros de Majagual como con sus propios conjuntos, ha cumplido actuaciones en diferentes países del exterior de los cuales se destacan Venezuela, Estados Unidos, Costa Rica, Panamá, Ecuador, Nicaragua y República Dominicana.

Con su propio conjunto, Calixto logró mantenerse en la cima con éxitos como “El africano”, “Listo Calixto”, “Muriendo lentamente” (cantado por el desaparecido Luis Cuadro) y “Las flores”, este último interpretado por el cantante de salsa colombiano Saulo Sánchez, vocalista de la orquesta Los Titanes, de Barranquilla.

La salsa se nutrió de varias obras de Calixto Ochoa; y cito, por ejemplo, al tema “Manantial del alma”, que fue grabada por la orquesta de Roberto Roena y su Apollo Sound, cantado por Sammy González, y que le fue cambiado el nombre por “Cui cui”.

Fruko y sus Tesos hizo una versión de la “Charanga campesina”, que fue muy exitosa al comienzo de los ochenta, la cual fue interpretada por el cantante cartagenero Joseíto Martínez.

Era un intérprete polifacético en la materia musical. AL mismo tiempo se le reconoce su capacidad de intérprete clásico del vallenato, también le adornan cualidades extraordinarias para componer e interpretar aires musicales que cultivan la atención de sus seguidores por el contenido picaresco de sus versos, cuyo argumento se adapta a todos los públicos del universo. 'La Ombligona', 'Compae Menejo', 'Todo es para Ti', 'El Africano', 'Martha', 'Marily', 'Lirio Rojo', 'Los Sabanales', Son algunos de los títulos que han inmortalizado su talento más allá de las fronteras patrias. Su obra ha sido interpretada por los conjuntos de los Hermanos Zuleta, Jorge Oñate, Diomedes Díaz y los Corraleros de Majagual, entre otros. En el plano internacional la difusión de sus composiciones ha correspondido a Franck Pourcel, Wilfrido Vargas y Paul Murriat. En los primeros años de vida profesional vivió en el municipio de Codazzi - Cesar y posteriormente se radicó en Sincelejo - Sucre por allá en el año de 1956. Para el máximo trofeo debió vencer a Nafer Durán y Emilianito Zuleta. Los sabanales, El calabacito, El viejo del sombrerón, El pirulino, La medallita, y muchos otros clásicos de la música tropical colombiana, tienen nombre propio, el de una leyenda del folclor como Calixto Ochoa. 

Hasta que en una ocasión un amigo le propuso que salieran a recorrer la Costa”. A los 19 años se marchó del hogar y estuvo en San Jacinto, Carmen de Bolívar, Ovejas, Corozal y otras poblaciones, en la época en que el conjunto vallenato sólo estaba compuesto de acordeón, guacharaca y caja. De pueblo en pueblo, llegó a Sincelejo en 1956 donde realizó su primera grabación, que tuvo muy buena acogida y le abrió las puertas a las grandes disqueras del país. Tenía 21 años cuando grabó su primer disco titulado El lirio rojo para el desaparecido sello ECO. Esta canción, que tuvo muy buena acogida en toda la Costa, le abrió las puertas de las grandes casas disqueras del país. Discos Fuentes fue la primera en llamarlo y fue artista exclusivo de ésta por más de una década. Tras 13 años de trabajar para Discos Fuentes, ensayó con otras empresas, pero siempre volvió a la compañía con la que tantos triunfos construyó.

Tanto con Los Corraleros de Majagual como con sus propios conjuntos, ha cumplido actuaciones en diferentes países del exterior de los cuales se destacan Venezuela, Estados Unidos, Costa Rica, Panamá, Ecuador, Nicaragua y República Dominicana.

Ha partido hoy 18 de noviembre de 2015 en la ciudad de Sincelejo departamento de Sucre paz en su tumba.

Información y prensa: dfprensa@discosfuentes.com

martes, 29 de septiembre de 2015

CON EL VIENTO A MI FAVOR LO NUEVO DE IVO LUIS DIAZ Y ALMES GRANADOS


El disco fue lanzado el sábado 26 de septiembre, en el Club Valledupar, ante la prensa y un numeroso grupo de invitados especiales, entre los que estabán presentes los defensores del vallenato clásico.

Un espectacular lanzamiento realizaron Ivo Díaz y Almes Granados, quienes presentaron su álbum musical ‘Con el viento a mi favor’ con una nutrida asistencia.

El evento se realizó con un excelente escenario con luces y efectos especiales que matizaron la brillante actuación de  Ivo Díaz y Almes Granados, quienes interpretaron las 15 canciones del nuevo repertorio.

Al evento asistieron los compositores Gustavo Gutiérrez, autor de la canción ‘Poquito a poco’; Mateo Torres, Beto Murgas, Deimer Marín, entre otros, quienes elogiaron la elegante presentación de los artistas en un escenario muy bien decorado que le dieron elegancia al evento organizado por  Ruby López, esposa de Ivo Díaz.

La escogencia del material fue consultada, previamente, con conocedores del arte musical, quienes fueron los responsables de seleccionar el repertorio, manifestaron los protagonistas: Almes e Ivo Luis.

Quince compositores de los llamados Clásicos del Vallenato, aportaron sus obras para el nuevo disco de Ivo Díaz y Almes Granados, titulado ‘Con el viento a mi favor’, que salió al mercado el jueves 10 de septiembre.



 Los temas y los autores son los siguientes:

1. Con el viento a mi favor (Marciano Martínez)
2. De poquito a poco (Gustavo Gutiérrez Cabello)
3. Campanitas de mi pueblo (Emiro Zuleta)
4. Cincuenta (Ivo Díaz)
5. El Aventurero (Leandro Díaz)
6. Cuento de Hadas (Fernando Dangond Castro)
7. Paloma Blanca (Romualdo Brito)
8. Me equivoque contigo (Juan Manuel Gutiérrez)
9. Como puedes olvidar (Rafael “Taty” Jácome)
10. El ultimo corazón (“Poncho” Cotes Jr.)
11. El Pintor (Adolfo Pacheco)
12. Una lagrima de amor (Wilson Gutiérrez)
13. Gracias papá (Mateo Torres)
14. Me lo dijo mi mamá (José Carlos Guerra “Pitalua)
15. La carta (Carlos Huertas).

La selección musical de este CD fue consultada, previamente, con exigentes calificadores del arte musical que escogieron este selecto contenido.

El disco se presentó en un gran evento el sábado 26 de septiembre, en el Club Valledupar, ante la prensa y un numeroso grupo de invitados especiales, entre los que estuvieron presentes, importantes amantes y defensores del vallenato clásico.

Fue un evento sin precedentes por su contenido y despliegue en la historia de las publicaciones de discos en Valledupar.

lunes, 14 de septiembre de 2015

CARLOS MELO SALAZAR “MERECE UN HOMENAJE POR PARTE DEL FESTIVAL VALLENATO”

Concierto Vallenato, ahora desde la Radio de la Universidad Nacional de Colombia.


Por: Martha Yaneth Ruíz y Gabriel Jiménez Pallares
Lapislázuli Periódico


Lapislázuli Periódico hace un reconocimiento por toda una vida de gestión cultural y promotor artístico a Carlos Melo Salazar, un ser humano privilegiado de voz natural, firme y pausada, la voz del locutor que desde el nivel del mar subió los cerros andinos hace cerca de medio siglo para difundir desde la capital colombiana los aires del folclor Vallenato y dejar aquí arraigados en el corazón de nacionales y foráneos esta expresión musical de los sentimientos de un pueblo.

Carlos Melo se define como un hombre sencillo de la Costa Caribe Colombiana, más exactamente de Santa Marta. Nació en un hogar humilde, cuando su papá trabajaba con la United Fruit Company en la zona bananera del Magdalena. No obstante sus padecimientos de asma crónica, con gran esfuerzo pudo terminar el bachillerato en el Liceo Celedón de su ciudad natal; viajó a Bogotá para estudiar Derecho en la Universidad Libre, pero al no alcanzarle el dinero necesitó trabajar.

Traía la iniciativa de la radio desde el momento que se expresó en un micrófono suelto, sin darse cuenta que el parlante estaba en la oficina de la secretaria, previo al acto de izada de la bandera en el colegio “Usted tiene la voz de locutor!” dijo ella. “Eso se me encendió en el alma, en el pensamiento… yo no me hice ninguna pregunta, pero cuando llegué a Bogotá saqué la licencia de locutor”, comenta.

Primero estuvo en la Radio Mundial. Luego se propuso divulgar los aires del Vallenato en Bogotá. A algunos costeños amigos que les comentó le respondieron: “estás loco, esa música tan corroncha que va a pegar aquí!” Con su poca experiencia y gracias al apoyo del director, arrancó Concierto Vallenato en Radio Juventud; en esta emisora estuvo diez años. Después hizo Estampas Vallenatas en la Radio Cadena Nacional durante 17 años, tiempo que alternó con la presentación de música clásica en la Radio HJCK, de eso hace más de cuarenta años, y sigue trabajando con la HJCK, y ahora en la Radiodifusora de la Universidad Nacional “Es una tarea bonita, sobre todo hecha con mucho criterio, con mucha responsabilidad y mucho respeto”, asegura.

Para Carlos Melo el Vallenato es una música sencilla, con mensajes claros que nació en el valle del río Cesar, y en cierta manera “nos representa a nosotros los costeños”. El Vallenato se interpreta con tres instrumentos, acordeón, caja y guacharaca, en cuatro ritmos: el paseo, el merengue, el son y la puya. Ahora, como la gente tomó posiciones menos críticas, aceptan como Vallenato todo lo que se toca con acordeón, pero insiste, eso no es así, porque tienen sus diferencias grandes…y tiene sus instituciones respetables, como la parranda, reunión de amigos para escuchar la música con mucha devoción, donde se respeta al artista; la gente no habla ni baila, cuando el grupo vallenato está haciendo su presentación.

Ha asistido al Festival de la Leyenda Vallenata desde el año de 1970, y ahora se prepara para asistir a la cuadragésima cuarta edición este año de 2011. Al preguntarle cómo observa la evolución del Festival, afirma que en sus primeros años creaban sorpresa para los ajenos a la música, y delirio, sobre todo para la juventud, porque estaban contentos con la inauguración del departamento del Cesar en el año de 1967. Actuaban con una pasión grande porque se decían que esa música era de ellos, y que tenían que apoyarlas. Llovían las invitaciones para parrandear con conjunto vallenato. El Vallenato era una fiesta bonita; recuerda que en los primeros festivales, como representante de un medio de comunicación, no pagaba nada; le daban el pasaje, el hotel, la comida; ahora no.

Carlos Melo siente con orgullo haber sido pionero en la divulgación del Vallenato en Bogotá “Eso nadie me lo quita…” Y lo hizo sin ninguna pretensión, con mucha sinceridad y cree que ha perdurado a raíz de que eso lo traía en el alma “De pronto me da como vaina decir que yo llegué a ser como figura en este comienzo de la divulgación del Vallenato, porque es que no había más nadie”. En ese entonces, todo el mundo lo saludaba, le hacían entrevistas, le daban a conocer, y como ha sido una persona “muy penosa” entonces, se sentía incómodo.

Al preguntarle a Carlos Melo sobre qué reconocimientos ha tenido por su trabajo de promotor cultural, confiesa: “Por ahí me han dado diplomas… no más!” y cuando insistimos por conocer cuál es el más significativo para él, asegura: “… el aplauso que me prodigaron las generaciones de los años 60 y 70, porque todo el mundo hablaba de la gestión que hice del Vallenato”.

Esta labor ha sido permanente en su vida, sin descanso, desde el momento que inició su difusión radial en 1968. Hoy, el Vallenato es la música popular con más seguidores en Colombia, en todo el territorio nacional, y aún en el exterior. Carlos Melo continúa en esta labor, haciendo el reconocimiento a los artistas del Vallenato, comentando con anécdotas las vivencias de los verdaderos juglares, enseñando a las viejas y nuevas generaciones de oyentes las diferencias de estos aires musicales. Esto lo hace en las audiciones desde la U.N. Radio, de la Universidad Nacional, los domingos a la una de la tarde, en su Concierto Vallenato, retomando el nombre de aquella vieja audición que realizaba en Radio Juventud; y en la HJCK.com, en un programa que se llama Caminos de Macondo “Que se enteren de estos buenos programas que recorren toda la geografía colombiana y la geografía mundial para traer a personas que han sido importantes en valores culturales en Colombia!”, exclama.


Ahora es muy casero, no le gusta salir en la noche, y asegura que las parrandas deben ser de día. Después de tantos años vive sin afanes, con tranquilidad, con su familia. Cree que las labores que se acomete en la vida deben juzgarla los demás, no que nos aplaudan. “Yo quiero felicitarlos cordialmente, ya tengo la dirección de la página de Lapislázuli, voy a tenerlos muy en cuenta, voy a leerlos, a pesar de que soy un poquito reticente al computador” concluye.

jueves, 10 de septiembre de 2015

LUIS ENRIQUE MARTINEZ "EL POLLO VALLENATO"

Luis Enrique Martínez, Rey Vallenato 1973

Cuando se realice el 49 versión del Festival de la Leyenda Vallenata en homenaje a los Hermanos Zuleta Díaz en abril del 2016 se habrá conmemorado los 21 años de la muerte de uno de los juglares del vallenato, Luis Enrique Martínez. Se está trabajando en la organización de una nueva versión, pero…

- Se le estará preparando un homenaje póstumo al 6 Rey que ha tenido el Festival quien murió el 25 de marzo de 1995 en la ciudad de Santa Marta? Si lo han pensado, bien hecho; sino, deberían hacerlo porque fue una de las glorias de ese hermosa modalidad a través del son, merengue, paseo, puya y hasta cumbia al estilo del Pollo Vallenato, que siempre lo fue volviendo al ruedo en la tierra de Pedro Castro. Cuando Luis Enrique Martínez ganó en 1973 coronándose como Rey Vallenato, lo hizo como aficionado Egidio Cuadrado, en Infantil Raúl “El Chiche” Martínez , la canción vallenata inédita fue de la autoría de Armando Zabaleta “ No voy a Patillal”.

Como antesala a esta celebración de ese nuevo aniversario de la muerte del maestro, los 21 años de su partida, hemos querido en CARIBE HOY destacarlo como a uno de los más ilustres representantes de este folclor; Luis Enrique Martínez que le dio al vallenato renombre a través de sus sones, merengues, y ritmos que enaltecieron a esta región caribe y a nuestro país. Es parte de la historia de lo que fue este personaje. LUIS ENRIQUE MARTINEZ… “El Pollo Vallenato”. En una ocasión lo hicimos en una página completa del periódico El Heraldo , un mes y cinco días de su muerte en la Sección Panorama Costeño , bajo el Titulo Así Era “ EL POLLO VALLENATO”, domingo 30 de abril de 1995

Antes de que se celebre los 21 años del viaja al más allá de este valor guajiro, dedicamos con todo cariño esta crónica al pueblo guajiro, al pueblo vallenato, al pueblo magdalenense y a la costa caribe en general, porque lo nuestro merece destacarse, porque no somos de Barranquilla, Santa Marta, Cartagena, Sincelejo, Valledupar, Monteria, Riohacha o San Andrès, sino ciento por ciento caribeño.

“Nunca pensó en la muerte, pues amaba mucho la vida “Su mujer, hijos y nietos eran todo para él. “Las visitas de amigos eran permanentes y esto para Luis Enrique Martínez lo llenaba de satisfacción, orgullo y felicidad. “Las mejores regalías de su éxito “La tijera” las recibió del samario Carlos Vives dijo.

Dice el viejo proverbio: “Ningún muerto fue malo”. Pero aquí con Luis Enrique Martínez, “El Pollo Vallenato”, no cabe porque la realidad es una sola, el Sexto Rey Vallenato era una persona amable, que cuando lo visitaban en su residencia en Santa Marta no cabía en su pellejo, se llenaba de felicidad contando sus anécdotas, su historia de amor con su Rosalbina del alma, o Rosita como cariñosamente la llamaba.

Fue en una ocasión cuando su nieto Johnny Pérez, quien cumplía años, me lo presentó. Había una parranda en casa de “El Pollo” por este acontecimiento, animaban los hermanos Manuel y Algemiro Rivaldo. Me saludó con efusividad y con tono alegre me dijo: “Bienvenido a esta tu casa” Esa era su forma de ser, sencillo y por eso tenía amigos por montones.

A pesar de haber nacido en Los Haticos, corregimiento de Fonseca, en el Departamento de La Guajira, donde nació el 24 de febrero de 1923, Luis Enrique, de origen particularmente campesino, residió por muchos años en la capital del Magdalena, donde se destacó por su espíritu parrandero, por la forma de tomar la vida, a la que amaba, especialmente desde que se unió a Rosalbina Serrano, la que conoció en el Copey, donde se casaron en 1.947 el mismo año en que se inició en este arte.

Dueño de un estilo característico para ejecutar los aires vallenatos como el paseo y el merengue; confesó en muchas ocasiones haber asimilado tan dignificante arte como el de ejecutar el acordeón, de grandes maestros como el de Francisco “ Pacho “ Rada de quien le aprendió sus sones, mientras que asimiló de los juglares Lorenzo Morales, Emiliano Zuleta y Chico Bolaños, lo que quedó sentado en el libro “ Cultura Vallenata” del connotado autor Tomas Darío Gutiérrez , en la que también éste célebre personaje confiesa haber conocido a "Francisco El Hombre”.

Hombre sencillo, bondadoso y bonachón, las características más importantes en su personalidad, hasta el punto que le decían “ El pacificador” porque siempre e intervenía entre las discusiones de los músicos de la épocas para bajarles los ánimos que terminaban en un abrazo.

José Ceferino Nieves Orozco en su anecdotario del Folclor Vallenato lo sostiene que su aporte a la música vallenata radica en la innovación que dividió en dos la evolución de este ritmo; por un lado la agilidad sorprendente en la agitación del acordeón y por otro la agitación musical ataviada de adornos, notas brillantes , nuevos movimientos, giros y compases que lo convierten en un revolucionario que logra sacar al acordeón de la ejecución monorrítmica que logran posicionarlo en los años 50 por su genialidad con la creación de innovados pasos musicales dándole prestigio en este aspecto tanto en lo comercial como en lo musical, porque sabía tocar, cantar y componer al mismo tiempo, una característica muy importante de un artista.

LUIS ENRIQUE MARTINEZ

Luis Enrique Martínez Argote nace en el hogar conformado por Santander Martínez un hombre que combinaba el oficio de hacer techos de palma, con el de acordeonero, y acompañaba a su hijo con las maracas o con el redoblante en las alegres colitas y Natividad Argote una mujer igualmente trabajadora y hacendosa quien lo llevó a Fundación, en busca de las nuevas oportunidades que le podría brindar la bonanza bananera, se especializó en aserrar madera, actividad que alternó con la música por esa razón dedicó a ese importante municipio del departamento del Magdalena el que admiró y quiso mucho, “ Jardin de Fundación” recibiendo la retribución de sus habitantes.

En esa población cuyo nombre original no fue el de Fundación si no el de la Envidia, en razón a que las primeras viviendas que se levantaron en ese lugar fueron construidas en una de las divisiones de la finca "San Francisco de Fundación" que llevaba ese nombre, aprendió del destacado maestro acordeonero Francisco “ Pacho” Pacho Rada, el autor de “ La Lira” y adquirió los conocimientos musicales los que perfeccionó con los música de la Provincia , dedicándose con seriedad a su nuevo oficio que ejercía donde lo solicitaban. Después Fundación por notorio crecimiento y connotación regional sus habitantes le cambiaron ese despectivo nombre para ellos por el de "Fundación" que más tarde para Luis Enrique Martínez, a la Esquina del Progreso como también se le conoce al municipio, para él la califica como un verdadero. Con el pasar del tiempo “ El Pollo Vallenato “llegó al Banco-Magdalena donde conoció a Juan Madrid quien lo enseñó a cantar y a acompañarse con la guitarra

EL POR QUÈ LO DEL POLLO VALLENATO

Este gran valor del caribe colombiano, guajiro de nacimiento, pero magdalenense de corazón, quien tocaba magistralmente con un estilo envidiable fue bautizado como “ El Pollo Vallenato” por sus notas picarescas y claras, las que adornaba con su sapiencia en forma asombrosa ; promovía poemas satíricos, combinándolos con lo sensible ,lo que le mereció el honroso título de “ El Pollo Vallenato”, porque sus admiradores y escritores sostenían que se asemejaba en las parrandas a un gallo fino que nunca pierde una pelea y siempre se mostraba firme venciendo en las piquerias, razón por la que compuso un tema considerado desafiante, una letra en honor a su renombre; “El pollo Vallenato”

“Oiga muchacho, yo soy Enrique Martínez/que nunca tiene miedo si se trata de tocar/Luis Martínez es el “El Pollo Vallenato”/y es candela lo que van a llevar.”

Y Luis Martínez “ El Pollo Vallenato” tarareaban sus seguidores.-Nunca se le veía desesperado y a todos los familiares y amigos les daba ánimo porque decía que la vida era una sola y había que saber vivirla, por eso desde muy niño, desde los 15 años de edad cuando se dedicaba a su trabajo de machetero, alternaba estas labores con el acordeón, contando con el apoyo de sus progenitores, quienes lo ayudaron para que comprara uno de dos teclados por doce pesos

Sus padres nunca pensaron que este jovencito que se le veía por las calles del pueblo animando las parrandas o bailes, sería más tarde un maestro del vallenato y en varias ocasiones fue exaltado por Guillermo Buitrago, su amigo, por ese talento propio para componer temas.

SU PRIMERA GRABACION

Se forjó como profesional en 1.947 y en 1948 realiza su primera grabación incluyendo temas como “Seis días de la semana” y “Recuerdos de Emilianito”. Este trabajo tuvo acogida y de ahí en adelante todo fue fácil para el cantautor, a quien más tarde le toco alternar con otros artistas de la talla de Abel Antonio Villa, Emiliano Zuleta “El Viejo”, Pacho Rada, Alejandro Durán y Alfredo Gutiérrez.

De él se decía que tenía una mente de poeta, una voz parrandera y una gran maestría al ejecutar el acordeón, ganándose el respeto de los demás colegas de todas las generaciones. Se dio el lujo de grabar para todas las casas disqueras y para el sello Costeño de Codiscos graba el trabajo que fue titulado “Los tres grandes del acordeón “vallenato”, con Abel Antonio Villa y Alfredo Gutiérrez.

Se destacó en esa larga duración un mosaico al estilo de “El Pollo”, “Hombre divertido”, “Merenguito sabroso”, “El vallenato” y “Cumbia cienaguera” todos temas de su autoría, así como “La caja negra”, de Rafael Valencia, “El reparto” de Camilo Namen y “La piña” de Nola Mestre, los cuales ejecutó con verdadera maestría.

Sus letras eran vivencias que refería con sentimiento para que cada mensaje llegara a la gente. Cuando fue elegido Rey Vallenato sus seguidores, familiares y amigos expresaron sus satisfacción porque se lo tenía bien merecido, porque ejecutaba con maestría entre otros el son y el verdadero merengue vallenato dejando como legado varias escuelas que sifuieron ejemplarmente sus enseñanzas.

Sus composiciones se cree superaron las ciento veinte como autor e intérprete, destacándose entre otras famosas "El Jardín de Fundación", "El Pollo Vallenato", "La Tijera", que hizo famosa posteriormente Daniel Celedòn y el “ Pollo Isma ”, Ismael Rudas, en la época donde el vallenato estaba en su apogeo en algunas ciudades como Barranquilla, y la versión internacionalizada de "La Cumbia Cienaguera" “ Mi despedida “, “ No me hagas sufrir”, “ Zunilda”, “ La Niña Esquiva” , “ El Caribe”, “ El Resentido”

LA LEYENDA VALLENATA

Luis Enrique Martínez se coronó Sexto Rey Vallenato el 30 de abril de 1.973, cuando fue escogido por el jurado con el respaldo del pueblo, después de haberlo intentado por varias ocasiones lo que no se logró por diferentes motivos, entre ellas: en el Primer Festival, cuando se aseguraba que iba a ganar, fue derrotado por su compadre Alejandro Duran, ocupando el tercer puesto; año 1.968

En el Segundo Festival, que también era el favorito, no se presentó por estar celebrando anticipadamente y ganó Nicolàs “Colacho” Mendoza. Cuando por fin ganó tuvo una competencia reñida con Julio de la Ossa y Andrés Landeros; ejecutó los sones de la puya, el merengue y el paseo, haciendo vibrar de emoción a los asistentes a la Plaza Alfonso López, en la tarima “Francisco El Hombre”.

LAS BODAS DE PLATA

Este tema de su autoría narra lo que en verdad sucedió en abril de 1.972. en “Las bodas de plata” de Luis Enrique con Rosalbina, cuando se hizo una fiesta bonita, con música vallenata, porque aquí “El Pollo Vallenato” echó la casa por la ventana, como se dice popularmente, pues esta fiesta duró una semana completa y a ella asistieron, entre otros, Alejandro Durán, Andrés Landeros, Calixto Ochoa, “Colacho” Mendoza, Emiliano Zuleta y Pacho Rada.

Como en las grandes celebraciones, hubo ron, aguardiente, whiskey y cervezas. De comida se ofreció carnero, gallina y pavo y como complemento, porque todo se había acabado, terminaron comiendo pescado. Sus amigos y sus amigas, todos fueron a su casa y salieron satisfechos, y más contento estaba Luis Enrique con su Rosita, porque no todos los días se cumplen 25 años felices de casados.

SU MUERTE

La muerte de Luis Enrique fue sorpresiva, ocurrió el 25 de marzo de 1995 en la ciudad de Santa Marta, capital del Magdalena. Ese día su nieto Johnny había dialogado en la mañana con él, lo ayudó a afeitarse, se jugó con su abuelo querido y se marchó con sus amigos a visitar una finca de la familia. Al regresar a su casa encontró en medio de la sala el ataúd con los restos mortales del Sexto Rey Vallenato. Al momento de su deceso contaba con 73 años, los cuales vivió “bien vividos”, aseguran sus hijos y nietos, quienes le celebraban todo lo que éste hacia: era el consentido de la casa” hasta el punto de que 6 meses antes de su fallecimiento, dejó de tomar por prescripción médica y él seguía acompañando a su familia en sus parrandas.

A la hora de su muerte se encontraban además de sus familiares sus verdaderos amigos que se mostraban satisfechos porque éste en estos tiempos, por su tema “La tijera” estaba recibiendo buenas regalías; las mejores en todas las épocas y esto se debe al éxito que tuvo Carlos Vives con su composición.

Todas las emisoras de la Costa comenzaron a difundir la noticia y Armando Zabaleta, que se encontraba en Barranquilla, tomó un carro expreso y fue el primero en llegar y así, uno a uno fueron llegando Consuelo Araujo, “La Cacica” “El Debe” López , Miguel López , Jorge Oñate, Álvaro López, Alfredo Gutiérrez, Maribel Cortina y Abel Antonio Villa, entre otros.

De tantos años de trabajo, por tantos temas compuestos, Luis Enrique Martínez, al igual que muchos compositores, solo recibió prácticamente limosnas; por eso en su sepelio los músicos costeños dijeron que ya estaba bueno de tantos homenajes póstumos, que estos se hacían en vida… “Después de muerto para que”, aseguraron sus compañeros quienes dijeron en una sola vez que ellos enriquecieron el folclor y otros se beneficiaban.

Sus amigos, hermanos y nietos heredaron de él su amor por la música, pues casi todos ejecutan el acordeón, caja o guacharaca. Este ilustre hombre les dejó una gran herencia musical.

Los organizadores del Festival de la Leyenda Vallenata en su primer mes de muerto le rindieron póstumo que seguramente lo harán en esta ocasión “El pollo” seguirá disfrutando en el cielo en su descanso eterno al lado de otros grandes que también han dejado esta tierra y es por eso que sus memorias no deben ser olvidadas, sus canciones deben ser mensajes que quedaron garbados en las regiones del caribe colombiano, en la historia del folclor colombiano.
  
El Pollo Vallenato

Oigan muchachos yo soy Enrique Martínez
Quien nunca tiene miedo si se trata de tocar
Soy Luis Martínez el pollo vallenato
Y es candela lo que van a tomar
Oigan muchachos
Oigan la nota
Como toca
El vallenato
.
Hago los fandangos con mi pañuelito rojo
Y mi acordeón en la mano dispuesto para tocar
Soy Luis Martínez el pollo vallenato
Y es candela lo que van a llevar
.
Oigan muchachos
Oigan la nota
Como toca
El vallenato
.
Ando por la calle con mi acordeón en la mano
En busca de mis amigos dispuesto pa' parrandear
Soy Luis Martínez el pollo vallenato
Es candela lo que van a tomar
.
Oigan muchachos
Oigan la nota
Como toca
El vallenato


Varios temas de autoría y temas interpretado por este personaje Luis Enrique Martinez: El pollo vallenato, La tijera, La dejó el tren, No me hagas sufrir, El jardín de Fundación, Gavilán sin alas, Secreto raro, Villa del Rosario, El gallo jabao, La ciencia oculta, No te da dolor, Alegre golondrina, El hombre modelo, Linda morena, Cereteñita, Zunilda, Sueño español (Adriano Salas), El cantor de Fonseca, Tragedia del destino (Adriano Salas), Cumbia cienaguera, La carta, Crucita, Avión de nieve (Adriano Salas),Adiós corazoncito ,Morenita de ojos negros, Inesita, Ave silvestre, Qué te pasa corazón, Mi despedida, Me voy de la montaña, Donde quiera que vaya, Lengua viperina, Cariñito, Alcirita, La tengo dominá, Los bandoleros, El guarapo,. No me guardes luto, A orillas del mar (Carlos Vélez), Cumbia fonsequera.

Por: Wilber Fábregas MolinaHISTORIA MUSICAL VOL 1 Y VOL 2

jueves, 2 de julio de 2015

LA HUELLA DE JUANCHO ROIS


    
Abel Medina Sierra (Circulo CORALIBE)


Eran los años de la eclosión, eran tiempos en que nuevos lenguajes emergían, soplaban vientos de cambio y ramalazos de frescor en la canónica andadura de la música vallenata, encorsetada desde instituciones como el Festival Vallenato y por algo mucho más poderoso: la tradición. Eran los esplendorosos finales de los 70`s. Imperaba en la música provinciana una escuela cuya impronta tenía la rutina de Luis Enrique Martínez, para los entendidos el más influyente de todos los músicos de éste  género de la música popular. Afloraban los epígonos del Pollo Vallenato con su estela de aires parranderos y un profundo apego a la raíz más tradicional: Colacho Mendoza, Emiliano Zuleta, Los Hermanos López, Emilio Oviedo, Rafael Salas y el recién encumbrado, Raúl “Chiche” Martínez. Ellos   acentuaban la hegemonía  de un estilo cuyos perfiles ya parecían bien definidos, el canon vallenato era ineluctable: se toca como  Luis Enrique, se toca como la tradición festivalera impone.

Algunos estilos que exploraban sonoridades y formatos distintos solo recibían aplausos en ámbitos distantes: Alfredo Gutiérrez se preocupaba por abrir espacios en el carnaval de Barranquilla para un híbrido entre tambora y vallenato; Calixto, Enrique Díaz, Andrés Landeros, Julio de Ossa y Miguel Durán se agazapaban en un público muy localizado en las sabanas y zonas ribereñas del Caribe colombiano. Se apagaba Alejo, Luis Enrique, Pacho Rada  y Abel Antonio en la modorra de la vejez.

En la provincia sur de La Guajira se produce una verdadera eclosión de figuras no solo del  acordeón sino del canto y la composición. Desde Villanueva, Israel Romero, quien había surgido en un formato muy apegado al canónico y tradicional comenzaba a explorar nuevas sonoridades. Pacho Rivera sorprende con un estilo muy parecido, luego lo haría Orangel “Pangue” Maestre y Jesualdo Bolaños con un estilo cimentado en el del Pollo Isra  pero con sus propios ingredientes. En este marco es que surge también Juan Humberto Rois, “Juancho” o “El fuete” como se le denominó inicialmente. Tras ellos vinieron otros, la trocha se ensanchaba y por allí surgió una nueva vertiente, la tradición renovaba su ropaje por el impulso creativo de los provincianos, estábamos asistiendo al nacimiento del periodo más prolijo de la música vallenata.

Juancho Rois había seguido desde temprano la influencia de Israel Romero, tanto con el Pollo como con sus coetáneos compartía la savia común de un impulso renovador, de un afán creativo, de un desanclaje generacional. Conocían bien la tradición, habían bebido de Alejo, Luis Enrique y de Mile Zuleta, tenían frescos los referentes de los Zuletas, los López y Colacho, habían descubierto el brioso encanto de los pitos frenéticos de Alfredo Gutiérrez y su ráfaga de notas. Pero debían ser protagonistas de su tiempo, sin un manifiesto previo  emprendieron una gesta que coronó al vallenato de su plenitud musical: para muchos melómanos y músicos desde 1976 hasta 1982 se concibieron las mejores producciones de la historia discográfica del vallenato.  


Algunos factores han podido incidir en este próspero boom del vallenato. La figura del acordeonero se especializa y se cualifica en la ejecución al separarse la función del canto y erigirse la figura del vocalista. Se adquiere más conciencia del oficio al dedicarse el músico, exclusiva,  y profesionalmente  a este oficio y no como lo hacían ciertos juglares que eran músicos pero también peones, finqueros, agricultores o vaqueros. Al surgir figuras con tantas cualidades  vocálicas como Diomedes Díaz, Silvio Brito, Rafael Orozco, Beto Zabaleta, Ivo Díaz, Daniel Celedón, Adaníes Díaz (todos contemporáneos de este movimiento), se pone en exigencia y en cualificación el trabajo del acordeonero. Son voces coloridas, algunas de ellas distintas y distantes al estilo de voz estentórea, a veces estrepitosa como imperaba entre sus antecesores (Jorge Oñate, Miguel Mora, Armando Moscote, Poncho Pérez son fieles ejemplos). Se produce un ensanchamiento de la conciencia estética del acordeonero quien no solo se preocupó de su propia ejecución sino que comenzó a pensar integralmente: ahora se preocupaba de cómo sonaba el conjunto, emerge el acordeonero que es al mismo tiempo arreglista director artístico, productor. Se acentuó el diálogo intergenérico en esta generación de músicos: quienes conocen de cerca  la vida musical de Israel Romero y Juancho Rois afirman que éstos dedicaban muchas horas a escuchar y “aprender” de otros géneros musicales de distintas culturas.    

Juancho emerge en 1977  con el álbum “El fuete”, la voz encumbrada de Juan Piña encontraría en las notas de Juancho el marco propicio para una joya antológica de la música vallenata. La unión había sido propiciada por su padrino musical: Israel Romero. Un Juancho inagotable, un ciclón de notas que ponía a prueba al fuelle mágico. Un Juancho que pedía escenario para sus florituras y arpegios, que aprovechaba cada preludio, interludio o coda para sus giros melódicos. Con sus nuevas producciones “La locura” (con Diomedes Díaz, 1978) y  “La fuetera” (con Elías Rosado, 1979) reafirma que era un acordeón impredecible, ya no se podía hablar de rutina, el imperio del “hamaqueo” y el “pique” estaba naciendo. Juancho exacerbaba el estilo de su generación: los transportes y puentes, una permanente exploración de los teclados en búsqueda de nuevas sonoridades como en los doblajes, mayor velocidad en los pitos, un acordeón que no deja silencios, que liga cada frase musical, que combina con gracia los melódicos y armónicos, un estilo que usa las traducciones intrasistémicas y los contrapunteos.

Esta generación privilegió “el pique” como recurso de virtuosismo. Ya ante Alfredo Gutiérrez y Aníbal Velásquez habían demostrado que en la rapidez para digitar el teclado estaba una de las más preciadas potencialidades del acordeonero vallenato. En 1978  cuando Alfredo Gutiérrez se erigiría por segunda vez como Rey del Festival de la Leyenda Vallenata, su interpretación de la puya La Fiesta de los pájaros de Sergio Moya Molina, imprimiría lo que sería un nuevo canon: la puya sería desde entonces un ritmo frenético, intenso, de tiempo acelerado y  mucha rapidez digital. Tanto Juancho Rois como  Pangue Maestre, Gabriel Julio, Julio Rojas u Omar Geles   harían gala de su sorprendente rapidez en sus participaciones en los festivales vallenatos.

La denominación de pique alude precisamente a esta condición de  nota aguda, rápida, lancinante como certero golpe de espuela del Pollo Isra o Isma, del Canaguey Pangue Maestre,  como un latigazo del fuete o la punzada de “la pringamosa” como solía Jorge Oñate exaltar a Juancho en sus presentaciones. Pero este estilo “picado”, como todo lo que desafiara la tradición y antes de que operara el principio de Debussy según el cual, en la música,  “lo que hoy consideramos disonancia, será la consonancia del mañana”,  sería despectivamente denominado por las posturas tradicionales y conservacionistas como “firifiri”,    

La generación de Juancho Rois le dio un matiz más alegre, festivo y bailable a la música vallenata. “Al vallenato siempre le faltó un  aire alegre, la puya es rápida pero muy limitada melódicamente, por eso nace el paseo rápido” sostiene Beto Murgas, precursor de esta variante del paseo. El esplendor de Beto Murgas y  epígonos como Romualdo Brito, Luis Durán Escorcia, Jeiman López, Freddy Carrillo fue abriendo espacios para un formato más bailable, ligero, rítmico y gozón que  a su vez exigía un acordeón  que incitara al baile y al cambio de velocidades y tiempos, que invitara al “jamaqueo” (prótesis de hamaquear o “mecerse como una hamaca). Allí Juancho Rois encontró un terreno propicio para encumbrar su estilo y  comenzar a crear su impronta musical como vía de ganar protagonismo en una generación o periodo. La exploración de un vallenato más bailable, rápido y alegre también incitó a acordeoneros de esta generación a buscar en ritmos como las tamboras de río, el baile cantao, el chandé, la cumbia, el porro o el merengue dominicano el sustrato festivo, carnavalero y sincrético que hoy han apropiado las nuevas generaciones de músicos vallenatos para enriquecer y variar su repertorio, en especial, para responder e interpelar a nuevos públicos.    

Pero esta generación también encontró una semilla lírica sembrada desde la nostalgia de Gustavo Gutiérrez, el desgarramiento de Freddy Molina,  la contemplación romántica de Octavio Daza, el consciente y refinado mundo azul de Rosendo Romero o la épica romancera de Fernando Meneses, Roberto Calderón o Rafael Manjarrés. La variante que algunos han denominado como Paseo lírico y otros como Romanza vallenata  trajo nuevas exigencias para los acordeoneros. Como lo reconoce el maestro Pacho Zumaqué, con el paseo lírico: “se amplía el espectro melódico, surgen irregularidades antes inexploradas, se enriquece la exploración del teclado, la armonización y lo organológico se amplía”. Israel Romero, Juancho Rois o Pangue Maestre también contribuyeron a definir los contornos de esta variante formal del paseo que hoy se consagra como un periodo fecundo y creativo de la música vallenata, el periodo que permitió el tránsito de un compositor de conciencia oral y rural a uno de conciencia escrita y urbana.


Juancho demostró su capacidad para asimilar su estilo al de voces tan tradicionales y de escuelas precedentes como de La Jorge Oñate. Al lado del jilguero  dejó preciadas muestras de virtuosismo,  la caseta fue  el escenario del desfogue; allí, libre de la dictadura del metrónomo y las directrices de los ingenieros de sonido,   encontró la ancha  playa donde podía campear su pique brioso, sus interludios generosos, sus libérrimas  “fajadas”. “La contra”, “La gordita”, “El estilito”  tenía un color y un sabor  más festivo, virtuosamente  improvisado en la caseta que en el registro fonográfico, el sabor que ponía a mecerse a los bailadores, el sabor del “hamaqueo”.

Con Israel Romero compartió el escozor por el hibridismo musical. Le llegaban  lenguajes incitantes desde la salsa o el merengue, el Caribe y su atávica influencia invitaban al diálogo musical. Compartió con el Grupo Guayacán el experimento de la  denominada “salsa folclórica”, un híbrido entre salsa y paseo vallenato que tuvo un ligero repunte a inicios de los 90´s. Como lo había hecho en los 60´s Luis Enrique Martínez con canciones como Dijiste vida mía y lo había ensayado Israel Romero con Wilfrido Vargas, Juancho nos legó apenas un retazo de su sueño musical: la exploración intergenérica. Precisamente, en el último producto discográfico de Juancho Rois   “Su gran sueño: el vallerengue”  dio muestras de un proyecto aplazado y trasnochado que  lo dimensionaría como artista integral aunque abriera fisuras para que los puristas locales descalificaran su atrevimiento pues se interpreta esto como una traición a la tradición vallenata.

En la música vallenata impera el canon y el corset de la tradición. Juancho ya lo había experimentado en 1991 cuando Julián Rojas tuvo el voto del jurado aunque se hubiera llevado el del público que bailó exultante de entusiasmo. En el Festival de la Leyenda Vallenata, como en la mayoría de estos eventos de legitimación y conservación folclórica, se gana si se revalida la tradición, la rutina del Pollo Vallenato Luis Enrique Martínez es la plana que todos deben seguir ineluctablemente.  Cada año se repiten los mismos arreglos, las mismas canciones, los mismos formatos “avalados” por la tradición y las instituciones que la garantizan (valga decir los organizadores de festivales, jurados, las élites y los gurúes de la vallenatología). El acordeón de Juan Humberto Rois sonaba distinto: “sonaba a caseta” diría un purista, sonaba con la sabrosura del “jamaqueo”, era una invitación al baile, al vaivén; era una yuxtaposición de giros impredecibles. Su presentación  desafiaba el canon y así lo sentenció el jurado: la puerta estaba cerrada para nuevos estilos. 20 años después esa puerta sigue cerrada para quien trate de subvertir el canon, la lección fue aprendida por los demás acordeoneros; a los jóvenes que hoy disputan la preciada corona del Rey Vallenato  le está implícitamente  prohibido participar con el repertorio, el formato organológico, el estilo y los arreglos contemporáneos, con lo que  construyó su generación. Como Juancho Rois, son víctimas del anacronismo festivalero, deben tocar la música y el estilo de sus padres o  abuelos.

Los años que precedieron la trágica muerte de Juancho Rois serían testigos de una ruptura en el cordón umbilical que ataba a Juancho con su gran coetáneo y precursor, Israel Romero. La muerte repentina de Rafael Orozco  obligó al villanuevero a recurrir no solo a nuevas voces sino a un formato urbano, lírico y sensiblero. El Binomio de Oro, la agrupación que más se destacaba en el formato de música bailable y ligera ahora buscaba un nuevo mercado: el del público andino, venezolano, paraguayo y mexicano. La nueva pista de sus éxitos les impuso un cambio de formato y su líder, el Pollo Isra se ancló, desde entonces, en un estilo sosegado, predecible, lírico, monoritmico que aún mantiene.

Este distanciamiento terminó instaurando una separación de estilos entre Israel y Juancho Rois, quien seguiría en su senda del pique, el jamaqueo y el tono festivo. El tiempo terminó señalando cuál de los dos estilos generaría mayor impacto en las generaciones posteriores. Ocurre entonces lo que análogamente había sucedido entre dos grandes amigos y colegas: Alejo Durán y Luis Enrique Martínez. Desde su aparición en la escena discográfica evidenciaron estilos diferentes. Alejo recibiría los lauros de la fama que no fueron igual de generosos con el Pollo Vallenato. Alejo era la figura tutelar, el símbolo patriarcal, el estandarte del vallenato autentico, del sustrato folclórico, de la condición vaquera del vallenato. Mientras Alejo animaba parrandas en el Palacio de Nariño o ante las élites de Valledupar, era entrevistado por Juan Gossaín, o viajaba a otro país en delegación cultural, Luis Enrique gozaba de un doméstico prestigio parroquial en un pueblo anfibio o una finca perdida en los meandros de Bolívar o la zona de Ariguaní.      

Sería la justicia, sentada en la larga banca de Clío, que terminó posteriormente dándole la grandeza a Luis Enrique. Su estilo se hizo hegemónico, su impronta terminó volviéndose canon en los festivales. La herencia que recogió el Pollo Vallenato aún rinde tributos: grandes acordeoneros posteriores apropiaron y prolongaron su estilo: los hermanos López, Colacho Mendoza, Chiche Martínez, Cocha Molina y otros más recientes como Saúl Lallemand.  Alejo apenas se prolonga en la figura de Enrique Trujillo, “El sucesor”. Igual sucedería entre Israel Romero, cuyo estilo hoy poco incita a los nuevos acordeoneros para inscribirse en su escuela mientras Juancho goza del privilegio de la cosecha y de una escuela atiborrada de sucesores.

La  huella  de Juancho es la que perdura y augura éxitos, es la misma impronta que hoy revalidan y explotan los acordeoneros de la llamada “Nueva ola”, es el recurso que imprime alegría, gozo, frenesí;  es el ingrediente rítmico- melódico que pone a “jamaquear” a los bailadores y exacerba el entusiasmo. El estilo de los acordeoneros contemporáneos  se condimenta con recurrencias a la manera como Juancho Rois solía imprimir ese inefable sabor a provincia a sus arreglos. Aunque cada uno de estos músicos guarden variantes de su propia cosecha, la huella de Juancho funciona como un ancla que articula los recursos de la propia cosecha y las influencias externas o intergenéricas tan comunes en los formatos híbridos del vallenato contemporáneo,  

En la influencia de Juancho Rois aparece un paisano y discípulo suyo como dínamo y diseminador estilístico. Se trata de Franco Arguelles Coronel, fue capaz de potenciar la estética del jamaqueo, de depurar esa fragmentación, la discontinuidad y la imprevisibilidad que “El fuete” había fundado. En sus dos producciones, al lado de Peter Manjarréz (“Estilo y talento”,2003 y  “Voy con todo” ,2004), Arguelles  “traduciría” y daría el tono preciso que buscaban las nuevas generaciones de músicos vallenatos, arropados por el asendereado apelativo de “Nueva Ola”.  Se trataba de un discurso musical que se edificaba en la influencia de Juancho pero que tenía un aire más joven y postmoderno.      

El acordeonero contemporáneo responde a una estética musical que lo distancia de los antecesores, es un gourmet intercultural, está conectado con la savia tradicional que lo alimenta y arraiga al pasado y al territorio, pero también se articula con otros lenguajes, con otros territorios, con otras músicas, con otras afinidades que ya no dependen del apego a su tierra. Es un músico que privilegia el sámpler, el bricolaje, que yuxtapone fragmentos tomados de distintos géneros y que interpelan a distintas regiones. No es raro que una canción vallenata inicie con un preludio de twist, intercale fragmentos de reggae y termine en una coda con fandango. En este en codificación de señales para distintos tipos de gustos, las influencias de Juancho Rois funcionan  como una bisagra que articula el discurso musical híbrido.

Así suenan Juan Mario de la Espriella, Cristian Camilo Peña, Rolando Ochoa, Manuel Julián Martínez o Sergio Luis Rodríguez. Algunos apocalípticos dirán que son acordeoneros sin identidad, otros diríamos que en ese “parecerse a todos y no parecerse a nadie”, en el hibridismo, el eclecticismo, la intertextualidad, la fragmentación y la discontinuidad está, precisamente, su identidad.  Los modos de percibir y valorar la música  no son la misma en cada generación, por eso debemos entender que el músico postmoderno  recurre a una libertad combinatoria de elementos dentro de una mismo  paradigma o con los de otro paradigma. De lo que se trata ahora es de  recuperar  materiales y lenguajes musicales preexistentes que bien pueden pertenecer a otros tiempos  o a otras culturas. Pero también opera en la música contemporánea una especie de intertextualidad, un uso de “injertos”, de “cortes” y “pegues” en el que los materiales pre-existentes son re-apropiados y puestos a generar nuevas perspectivas y nuevas interpretaciones. Repertorios, arreglos, géneros, formas y estilos son  re-utilizarlos para producir nuevos textos musicales que nada retienen de un mensaje primero y esencial.  Las músicas populares como el vallenato, se han  tornado el mayor escenario de mezcla rítmica, se concilian aires  de distintas raíces culturales en un collage peculiar. La música actual, de igual forma que la cultura, sigue una política y una estética del fragmento,  de lo efímero, lo fugaz y lo contingente. Podemos decir que la música creada en la actualidad no posee una conciencia estética unitaria, sino una multiplicidad (de estilos, mensajes, etc.) de conciencias estéticas fragmentadas que son perfectamente audibles en los “alumnos” de Juancho.

Juancho pervive desde el estilo y el periodo que más ha convocado a los jóvenes para hacerse protagonistas de una música que siempre fue vista como  exclusivamente de adultos. Así como en cada festival vallenato, desde que se abre el acordeón se recurre a la herencia de Luis Enrique Martínez, hoy en cada tarima, caseta, concierto o producción musical se recurre al estilo del “jamaqueo” de manera inexorable. Allí está la huella, perdurable, memorable, el mejor trofeo  en su estante glorioso, la bengala más esplendente en su lúcida dimensión.