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martes, 1 de diciembre de 2015

Vallenato y sus transfusiones " El vallenato Patrimonio Inmaterial de la Humanidad"

Por: Juan Carlos Piedrahíta B.

El Café la Bolsa era el lugar exclusivo del vallenato en Valledupar durante la década del 50. En aquel entonces, el danzón, el filin y el bolero cubano se encargaban de marcar los ritmos en los clubes tradicionales y en los sitios de tertulia del Cesar, mientras que el folclor era una designación casi particular para las zonas rurales y para este cafetín, en el que después de las 5 de la tarde se encontraban algunos artistas y líderes comunitarios listos a debatir sobre el futuro político del país, y cuatro horas más tarde, personajes como Lorenzo Morales, Emiliano Zuleta y Rafael Escalona relataban sus vivencias cotidianas.

Allí la jornada no podía terminar en algo distinto a una gran parranda vallenata y en ellas participaba Hugues Martínez, padre de José Darío y directo responsable de que ‘Chabuco’ hubiera optado por la interpretación de estos clásicos de clásicos.

Nido de amor, de Octavio Daza; La casa, de Carlos Huertas; Así fue mi querer, de Gustavo Gutiérrez Cabello, y A un colega, de Emiliano Zuleta Díaz, son algunos de las piezas entrañables del folclor vallenato que ‘Chabuco’ recopiló en su más reciente producción discográfica, llamada Clásicos Café la Bolsa, en la que lo acompañan Kike Purizaga en los teclados, Diego Valdés en el bajo, Horacio ‘El Negro’ Hernández en la batería y Dayhan Díaz en la trompeta. En este álbum no hay acordeón, pero se insinúa toda la esencia de la tradición folclórica.

“Este formato con el que interpreté la música que me ha acompañado durante toda la vida creo que le da un puesto bonito al vallenato y me parece que es más fácil que se entienda fuera del país”, comenta ‘Chabuco’, quien desde 1998 y por casi cuatro años fue el vocalista del grupo Los Pelaos y después hizo pareja artística con el acordeonero Nicolás de los Ríos.

Como solista, ‘Chabuco’ ha querido impulsar las historias de su tierra, pero innovando en la forma de presentarlas. Por eso en su primer disco, Nació mi poesía, las interpretó con el respaldo de un piano. Ahora en su segundo registro amplió la estructura para intentar que el vallenato ingrese en los festivales de jazz y de música étnica en todos los rincones del mundo. “Valledupar está entre la Serranía del Perijá y la Sierra Nevada de Santa Marta y allí fluye magia. Es una tierra de mucha pasión, por eso brota tanta gente campesina a la que le gusta contar su cotidianidad y sería lindo que el mundo entero se convirtiera en cómplice de esa tradición”, dice ‘Chabuco’, quien además se confiesa seguidor de Pablo Milanés y de los demás integrantes de la Nueva Trova Cubana, pero también, y gracias a su hermano pintor, disfruta del soul y del rock.

Con esta nueva indumentaria, el vallenato no se reserva el derecho de admisión y aunque salió del ‘exclusivo’ lugar del Café la Bolsa, tiene la intención de eliminar las pocas fronteras que todavía se le resisten.