RANCHERIASTEREO

miércoles, 14 de noviembre de 2018

CUANDO MATILDE CAMINA



Por Ariel Castillo

Ingeniero Agrónomo y Premio Nacional de Periodismo ‘Simón Bolívar’ 2007, el villanuevero Julio César Oñate Martínez es un compositor que no se ha conformado con enriquecer nuestro folclor mediante el aporte de sus canciones, sino que se ha dedicado, con rigor y lucidez, a estudiar a fondo la rica tradición musical del Caribe colombiano y, lo que es aún más valioso, a comunicarnos los resultados de sus indagaciones.

Autor de ‘El abc del vallenato’, un verdadero vademécum para los amantes del vallenato, Julio Oñate nos entrega en esta ocasión ‘Cuando Matilde Camina’, en el que cuenta las historias de 32 canciones clásicas de la música de acordeón, narradas con la sabrosura y la maestría de un premio nacional de periodismo, lo que constituye una garantía de deleite para el lector, quien tiene además la oportunidad de poner como fondo musical los dos CD que acompañan el libro en el cual se reúnen nuevas versiones de las canciones, en formato tradicional de caja, guacharaca, acordeón y guitarra, a cargo de reyes vallenatos (Náfer Durán, Juan José Granados, Omar Geles, ‘Chiche’ Martínez, ‘Beto’ Rada, Ciro Meza, ‘El Pollito’ Herrera, Freddy Sierra, Harold Rivera, entre otros); acompañados por los mejores cajeros y guacharaqueros de Valledupar; vocalizados por cantantes consagrados (Ivo Díaz, Iván Villazón, Daniel Celedón, Elías Rosado, Freddy Peralta, Poncho Cotes Jr.) y nuevas y sorprendentes voces femeninas (Jenny Cabello, Martha Solano, Lucy Vidal) que con los coros de Julito Morillo consiguen la mejor grabación de vallenato puro de los últimos tiempos.
Uno de los mitos que se han tejido en torno al vallenato a raíz de su encumbramiento a lo largo y ancho del país, ha sido el de su carácter narrativo, su condición de periódico cantado para llevar las noticias de un pueblo a otro. Si esto fue así alguna vez, no quedan testimonios probatorios. Pero lo que no ofrece dudas es la tendencia del vallenato tradicional a arraigar en la realidad antes de emprender el vuelo verbal de los cantos. De allí la abundancia de nombres propios de personajes o pueblos o lugares, al servicio de núcleos narrativos que muchas veces sólo se esbozan o comentan, pero no se desarrollan. De allí también que, en algunas ocasiones, la historia de los cantos, al privilegiar los detalles, los sabrosos pormenores, sea superior, narrativamente hablando, a la que cuentan los cantos.
Pero en numerosos casos, para el oyente que no ha crecido dentro de ese ambiente cultural las referencias a la realidad local se convierten en enigmas.
Ese es justamente uno de los grandes servicios de Cuando Matilde camina, este libro atento de Julio Oñate quien rastrea y reconstruye, acudiendo a diversas fuentes, la anécdota, manifiesta o insinuada, en treinta y dos composiciones clásicas de la música de acordeón, nacidas de una circunstancia particular vivida o conocida por el compositor, con lo que enriquece nuestra apreciación de las canciones y aumenta el disfrute de las mismas, al aclararnos alusiones y referencias de difícil y, a veces, imposible comprensión, por su carácter local. Cuando el oyente tiene las claves necesarias para entender a plenitud las canciones, éstas trascienden la circunstancia individual y municipal y se convierten en radiografías o símbolos de una manera de vivir, de un orden social, de una condición particular de los seres humanos. Hoy, cuando la inclusión de la música de acordeón en el reconocimiento global de los Grammy Latinos amplía hasta extremos impensados el público de esta expresión musical, se hacen imperiosos estos trabajos que contribuyen a su difusión y a su apreciación competente por un público amplio, más allá del río Cesar.
Pero el libro es mucho más que una reunión de anécdotas amenas narradas con un gran sabor costumbrista que se manifiesta en dichos, adjetivos, metáforas y léxico de uso popular caribe, además de un constante humor sano y socarrón, que confiere a los cuentos y cuadros que Julio recrea el sabor celestial de la conversación coloquial y parrandera en la que al goce de los cantos se alía el encanto de los cuentos.
Cuando Matilde camina es asimismo una especie de novela de aventuras caribes por los recodos más intrincados de nuestra región, un viaje permanente que se inicia a comienzos del siglo pasado en Ciénaga y se extiende hasta la llegada de los aparatos de sonido y el olvido de los conjuntos de gaiteros y de las bandas, y su recorrido nos permite un encuentro con muchos de sus personajes emblemáticos, a bordo de lanchas, yips, motos, chivas o carrocerías de camiones y una excursión por las infinitas fiestas, desde bailes de salón hasta corralejas, con sus ríos de ron, sus cataratas de cerveza, sus arroyos de chirrinche, sus mares de whisky y sus jagüeyes de ñeque.
Leer este libro no sólo amplía nuestro conocimiento de la región Caribe colombiana y sus hábitos culturales, su manera de ser, inmortalizada por Cien años de soledad hace cuarenta años, sino que también nos ayuda a entender por qué García Márquez afirmó que su novela es un vallenato de cuatrocientas páginas.
Un detalle llama la atención en la mayoría de las composiciones: su origen está íntimamente ligado al fracaso, a la tragedia, a la muerte, al engaño, a la derrota, a la estafa. Sin embargo, el poder redentor de la palabra poética aunado al bálsamo de la música no sólo las rescata de las contingencias del tiempo, sino que las transforma en ámbito para el encuentro y la comprensión entre los seres humanos a través del rito ancestral del baile. Pero Julio no se limita al delicioso y divertido relato de las historias que van de la picaresca a la tragedia, de la comedia al melodrama, sino que comparte también con el lector numerosos datos relacionados con la historia de la música del Caribe colombiano, como los nombres de muchos músicos hoy olvidados que cumplieron el papel de insomnes pioneros; los despojos o las usurpaciones de los derechos de autor de algunas composiciones (el más afectado, Germán Serna), el diálogo cordial de la música de acordeón con el cuplé y el son cubano (‘Mírame’ y ‘La piña madura’); la historia de algunas grabaciones (‘Compae Chipuco’, ‘La banda borracha’, ‘El viejo Miguel’), la tergiversación de las letras (‘El verano’) y su recepción y proyección (‘Marianita’ que se vuelve frase insultante; ‘El caimán’ que llega al cine: y pudo haberse contado cómo se lo cantaban en Madrid a Franco).
Es de esperar que ‘Cuando Matilde camina’ no sólo transite de manera triunfal en el corazón y la memoria de los lectores, sino que sea el inicio de una larga saga de relatos que nos sigan informando de las intimidades e incidencias de los cantos populares.

Mientras tanto, de manera particular, recomiendo al lector detenerse en algunas historias que son verdaderos cuentos llenos de suspenso como la confusa muerte del gallo pivijayero ‘Poncho Zuleta’ o el destierro de Simón Salas por la Vieja Sara, y conocer de cerca a personajes memorables como las figuras paternas de Miguel Pacheco y Felipe Namén, enterarse de las picardías del indio Manuel María y del compositor Adriano Salas Manjarrés de polizón en un buque por las Islas Canarias, y de la historia trágica del siniestro de Ovejas o la muerte de Eduardo Lora y de Alicia Adorada; y disfrutar, además, de la compañía de las inolvidables mujeres sensuales que provocan a su paso no sólo la sonrisa de la sabana, sino una estela de pasión intensa, como la ‘Cañaguatera’, la ‘Pule Muegues’ y la ‘Aventurera’ que volvió loco a Pablito Flores, o la religiosidad heterodoxa de ‘Pepe’ Castro o la constancia amorosa del pirata guitarrista del Loperena o la amoralidad del viejo Emiliano Zuleta. Julio Oñate ha dicho que ya tiene adelantado el segundo tomo de estas investigaciones que aspiran a contar la historia de 32 canciones hasta llegar a 100 cantos vallenatos de primera línea. Quedamos desde ya a la espera de que esta promesa se cumpla, pues este tipo de trabajos llena un vacío para quienes apreciamos el vallenato y no hemos tenido el privilegio de nacer en las tierras del cacique Upar.

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