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sábado, 28 de diciembre de 2024

EMILIANO ZULETA: 80 AÑOS DE PURO SENTIMIENTO VALLENATO

Hace ocho décadas nació ‘El gago de oro’, quien patentó su estilo y se inspiró produciendo cantos llenos de realidades.

Por:  Juan Rincon Vanegas

“No te olvidaré te lo juro yo, te veneraré lo mismo que a Dios, y una estatua yo te levantaré, allá en la plaza del Cacique Upar. Pa’ que todo aquel que suela pasar levante la frente y te pueda ver. Y un letrero grande te escribiré, tú eres la gloria de Valledupar”. Precisamente estando en el lugar donde nació el Festival de la Leyenda Vallenata en el año 1968, Emiliano Alcides Zuleta Díaz, autor de la canción ‘Mi acordeón’, hizo una confesión.

“En el año 1985 gané con ‘Mi acordeón’ el concurso de la canción vallenata inédita del Festival de la Leyenda Vallenata. Después, la grabé con mi hermano Poncho Zuleta y así se tituló el disco. Han pasado 39 años que prometí hacerle un monumento a ese instrumento sagrado. He tocado puertas y nada, entonces haré el esfuerzo de hacérselo y ubicarlo en la plaza Alfonso López”.

Así comenzó a hablar el único colombiano al que la fábrica Hohner de Alemania en el año 2014, registró un acordeón tres coronas con su nombre, indicando que por más de 60 años se dedicó a exaltar el folclor vallenato. “Todo con mi acordeón a los que le añadí muchas canciones”.

Este hijo de Emiliano Antonio Zuleta Baquero y Pureza del Carmen Díaz Daza, nacido en Villanueva, La Guajira, hace 80 años, exactamente el jueves 28 de diciembre de 1944, día de los santos inocentes, juntó los más grandes méritos para que después de su retiro, el 21 de diciembre de 2019, su nombre y apellido figuren en la historia de la música vallenata.

En la etapa de las añoranzas continuó citando de memoria aquel viernes 10 de diciembre de 1982 en Estocolmo, Suecia, cuando estuvo acompañando a Gabriel García Márquez a recibir el Premio Nobel de Literatura. “Aquellos instantes son inolvidables y más que en ese escenario sonó por primera vez un acordeón”.

Enseguida cantó. “El acordeón tiene una sonrisa, y una elegancia muy especial, es como una muchacha bonita, de esas que tiene Valledupar”. No contento con ese verso llevó su inspiración a tocar las notas del sentimiento demasiado cercano al amor de una madre, parecido al agua pura en medio del desierto. “No desmayaré nunca en mi intención, siempre trataré de quererte más. Eres orgullo de mi folclor, y como un besito de mi mamá, y que Dios me dé la satisfacción de irme contigo hasta la eternidad”.

En aquel instante encajó en su pensamiento la historia de su célebre canción, citando el verso que más le gusta. “Mi acordeón ha sido mi vida, mi acordeón ha sido mi alma, si tú me diste esta fama, espero que Dios te bendiga”.

Las notas del acordeón de Emilianito desde siempre se hicieron sentir iniciando el periplo de grabaciones en el año 1964, gracias al apoyo de Alfredo Gutiérrez, quien hizo los contactos con la disquera Codiscos. Esa vez grabó con su acordeón y su voz un disco de 45 revoluciones donde aparecieron las canciones ‘La herencia’ de su autoría y ‘Ave peregrina’ de Raúl Garrido.

Después vino la etapa con su hermano Tomás Alfonso ‘Poncho’ Zuleta, iniciando en el año 1971 con la producción musical ‘Mis preferidas’, hasta llegar a dejar un amplio catálogo de canciones de corte costumbrista, premios y homenajes, especialmente el recibido en el Festival de la Leyenda Vallenata del año 2016.

En el listado de voces que han acompañado a Emilianito con las notas de su acordeón también figuran. Jorge Oñate, Beto Zabaleta, Peter Manjarrés, Fabián Corrales, Silvestre Dangond, Juan Piña, Joe Arroyo, Diomedes Díaz, Ivo Díaz, Rafael Manjarréz, Andrés Ariza Villazón, Liliana Geney, Lucy Vidal, Rosendo Romero, Toba Zuleta y Leandro Díaz. También en la producción musical ‘El juglar de los montes de María, (2015) donde participaron Adolfo Pacheco Anillo, Iván Villazón y Silvio Brito.

Desde siempre Emilianito Zuleta llevó el acordeón incrustado en su corazón el que premió con bellas notas y hasta le regaló aquella canción donde lo pinta con las notas completas. “Desde cuando vine a este mundo tengo amores con mi acordeón”. Más preciso no lo pudo expresar.

Leyenda viva

Desde muy niño Emiliano Zuleta Díaz, aprendió a tocar el acordeón a escondidas de su mamá, quien quiso que fuera un profesional, un policía o un soldado, pero el folclor vallenato puso la nota más alta.

Entre las anécdotas de su inquietud por el acordeón aparece una cuando escuchó en Radio Guatapurí que estaban haciendo el programa ‘Buscando estrellas’. Emiliano, no lo pensó dos veces y se inscribió. Extraño le resultó a su mamá Carmen Díaz, escuchar en la emisora que un tal Emiliano Zuleta, iba a presentarse en el programa.El día del concurso ella estuvo atenta, y cuando dieron el nombre del ganador reaccionó. El locutor dijo. “Ganador Emiliano Zuleta Díaz, hijo de Emiliano Zuleta Baquero y Carmen Díaz”. Ella muy acongojada le imploró al cielo que eso no fuera cierto y responsabilizó al marido por haberla enamorado y llevado al altar. Nada pudo hacer porque el romance de su hijo con el acordeón apenas comenzaba.

Emilianito convenció a sus padres que lo dejaran ser acordeonero a la par con sus estudios, porque les iba a demostrar que sí podía. Lo logró siendo el mejor bachiller del Colegio Nacional Loperena, agrónomo, economista y excelente acordeonero.

Lo que nunca pasó por la mente de Emiliano Zuleta Díaz, fue que aquel acordeón que patentó Cyrill Demian en Viena, Austria, el miércoles seis de mayo de 1829, y que llegó muchos años después a estos lares costeños, iba a ser parte de su existencia.

Las palabras se agotaron y era preciso escuchar la voz de Poncho Zuleta. “Quién tenga un hermano como yo, se encuentra contento en esta vida, y fue Carmen Díaz quien lo parió, dichosa mamá Dios te bendiga”. Y continuó cantando. “Que viva mi acordeón tan bonito que tantos recuerdos me dejó, principalmente de mi hermanito que tanto tiempo me acompañó”.

Sonreído se quedó Emiliano Zuleta Díaz, el maestro de los pitos y los bajos que se fusionan para producir un estilo único y melodioso. Además, el autor de canciones que hacen añorar esos tiempos de la nota linda, la voz sentida y las ganas de llorar.


lunes, 18 de noviembre de 2024

ROSENDO ROMERO OSPINO: EL POETA DEL CAMINO

 


Por: Ángel Massiris Cabeza

Nota: Este artículo incluye avances de la investigación actualmente en curso titulada “geopoesía y lírica romántica en la obra de Rosendo Romero Ospino, el poeta del camino” cuyo libro está en las librerías en todo el país .

“…Pienso que no en vano perdí las mejores tardes de mis vacaciones estudiantiles, cantando sobre las piedras y los barrancos del río…escogí los caminos de la sierra para cantar todo lo que se me ocurría, desde el río Los quemaos hasta las piedras blancas; cruzaba los matarratones y los aguacatales de Bivia hasta el Cerro e’ Nayo, improvisando versos con todo lo que veía entre la yaragua y el nido, sobre el guamo y los naranjos, entre la mora y la pirula, el ajenjo y el capacho. Allá en esos lugares enterré en el tronco de los pomarrosos mis primeras melodías envueltas en aromas serranas. Es claro que en mí nunca morirán las alturas de la cordillera, palpitarán en mi pecho como símbolo de amor, ternura y paz; porque así he querido a mi región, porque así quiero a mi música, porque así quiero a mi gente. Mis canciones siempre están llenas de lugares… son un racimo de sueños y vivencias arrancadas a una buena realidad de mi existencia. El sentimiento vallenato a la luz del alma…” (Extracto de la reflexión introspectiva del poeta Rosendo Romero publicada en el año 1981 en la portada trasera del LP Rosendo Interpreta a Rosendo).

Introducción

Rosendo Romero Ospino es un autor, compositor, cantante, acordeonista y productor de música vallenata del Caribe colombiano, nacido en Villanueva (La Guajira, Colombia) el 14 de junio de 1953, en el hogar conformado por Ana Antonia Ospino (La Nuñe) y Escolástico Romero Villarreal. Su infancia y adolescencia se desarrolló en un movimiento constante entre su Barrio El Cafetal de su natal Villanueva y la Serranía del Perijá donde desarrollaba labores agrícolas en apoyo a sus padres. Fue en su andar por los caminos reales y senderos de la sierra, donde se forjó la inspiración de gran parte de su poemario lírico romántico, que hoy se acerca a las 220 canciones. Puede afirmarse, parafraseando al poeta Antonio Machado, que Rosendo Romero Ospino ha hecho poesía al andar. Esto se desprende del extracto de la reflexión introspectiva hecha por el poeta Romero en el año 1981, con la que se inicia este artículo, en la que textualmente afirma:” escogí los caminos de la sierra para cantar todo lo que se me ocurría” y seguidamente hace referencia a lugares y elementos del paisaje que encontraba a su paso, con los que establecía una relación empática de la que surgía su inspiración, asociada a sentimientos amorosos motivados por la mujer de su tierra y por su gente, imbricados con el paisaje, el firmamento, los cuerpos celestes y el movimiento cósmico, en una tríada mujer (amor)-paisaje-cosmos que define la esencia romántica de su lírica poética.

Rosendo Romero en su juventud temprana, haciendo un alto en el camino, cerquita al río, frente a la sierra, escenario en el que creó muchas de sus canciones. Foto: Tomada de la portada trasera del disco de larga duración Rosendo interpreta a Rosendo, 1981.

Las referencias al camino son recurrentes en la poética de Rosendo Romero Ospino. En la investigación que se está realizando se han identificado, hasta ahora, 50 canciones en las que existen alusiones explícita al camino, en las cuales subyacen recuerdos y vivencias del poeta por los senderos y caminos reales del municipio de Villanueva y la serranía del Perijá. A continuación se muestran cinco ejemplos:

 


En la canción “Imágenes de poesía” el poeta expresa: El guayabo en los caminos florecerá / hermosa será la tarde del cielo azul / tú en medio de todo, siempre perfumada amorosa y tierna / tú la brisa caliente, en un pueblo solo en noches de estrellas.

En la canción “Mi poema” dice: Yo te buscare en la noche, noche transparente / y en la pintura salvaje del camino real / sé que te voy a encontrar esperándome siempre / entonces que me importa el mundo si tu amor vendrá.

En la canción “Frases de amor” el poeta enuncia: Oye mi amor, el poeta de mi tierra / tiene en su voz estrellas y rosas por amores / tiene por alma su pueblo en el camino / sonríe muy sencillo haciendo sus canciones.

En la canción “La marquesina” expresa: No esperaré que el sol se asome allá en el cerro / y aquel laurel me dé su sombra en el camino / No esperaré que el cielo azul se vuelva negro / para poner entre tus manos mi destino.

En la canción “Romancero alegre” dice: Los colores del pasto en verano / tienen la nostalgia de poesía de amor / y el camino se ve allá en la sierra / entre nubes blancas que dicen adiós.

No hay duda que el andar por los caminos de la sierra es un elemento relevante en la naturaleza de la lírica romántica y la geopoesía de Rosendo Romero Ospino, pues como se plantea más adelante, es en el contacto íntimo del poeta con el paisaje en su caminar, donde se han construido los imaginarios y sensibilidades que no solo se reflejan en su lírica sino también en su ser, en su personalidad, una personalidad en la que, como lo describe Ismael Rudas Mieles:

“No hay cabida para el odio, la traición, el engaño, la maldad ni la envidia, porque su condición de hombre bueno, recto, y de costumbres sanas, lo mantienen desprevenido al asomo de toda mala intención, lo que le permite ser un hombre de paz, un buen hijo, buen esposo, buen hermano, buen amigo, incapaz de hablar mal de alguien; porque su corazón de poeta lo mantiene al margen de lo que pueda parecerle un mal ejemplo” (Rudas, 2019).

Consultado el poeta Rosendo sobre la recurrencia de las alusiones al camino en su poética, éste lo asocia con un accidente vivido cuando apenas tenía unos meses de haber nacido, hecho que al parecer quedó grabado en su inconsciente. Cuenta el poeta que su madre, se transportaba a lomo de mula con él en sus brazos, por la parte alta de la montaña, la mula resbaló y su madre en un acto valeroso, reflejo de supervivencia, tuvo la agilidad suficiente para poner el niño en el camino, evitando que rodara con ella y la mula cuesta abajo. Las heridas sufridas por su madre fueron severas, quedando inmovilizada en el fondo del abismo, mientras el bebe lloraba en el camino. Un compadre de su madre que arriaba unos animales se percató del llanto del niño, mientras los animales se detenían, inexplicablemente, para observar al bebé en su incesante pataleo y llanto. El arriero llegó al lugar percatándose de la tragedia e identificando al niño. Observó a su comadre en el fondo del abismo, quien fuertemente herida, adolorida e inmóvil solo alcanzaba a balbucear algunas palabras ante el llamado del compadre. Con el niño en sus brazos el arriero bajó, con sumo cuidado, hasta llegar al lugar donde estaba su comadre y, posteriormente, otros caminantes llegaron para dar auxilio.

La vivencia anterior, ayuda a comprender la fuerte atracción que el camino ha ejercido sobre el poeta Rosendo. Cuenta el poeta que en su trasegar por la sierra veía los caminos como si fueran “heridas de los cerros”, le gustaba ver las curvas de los caminos, su serpentear mientras bajaba de la sierra, lo cual percibía como algo romántico, bello. Caminar hacia la sierra es para el poeta como “caminar hacia la gloria”, algo maravilloso. Su gusto por el andar, lo expresa en la canción “En un rincón del mundo” donde dice que “quisiera ser un hombre veraneante / un emigrante por todo el mundo / y dormirme en el camino / en cualquier parte, mi cansancio de errabundo.

Todos los elementos anteriores nos permiten denominar a Rosendo Romero Ospino como El poeta del camino. Denominación que no riñe con el tradicional apelativo de El poeta de Villanueva, en atención a que este último es la manifestación del cariño y aprecio de los villanueveros por su poeta y el primero se asocia más con la naturaleza de su poética.



Geopoética en la lírica romántica del poeta del camino

La relevancia del andar los caminos de la sierra, cobra mayor sentido en la poética de Rosendo Romero, cuando se interrelaciona con los elementos amorosos, paisajísticos y cósmicos presentes en lo que hemos llamado la tríada Mujer (amor)-paisaje-cosmos que define la esencia de la lírica romántica de su poética, la cual se enmarca en el término geopoesía.

La Geopoesía es un concepto utilizado en investigaciones de frontera, en la que confluyen conocimientos de tipo literario y geográfico-cultural, en la búsqueda de comprensión de los vínculos entre la imaginación poética y el paisaje visto a través de sentimientos y valores plasmados en poemas. En palabras de Kozel (2012) se trata de una “geopoética de los paisajes” que resulta de “mirar, sentir y oír la naturaleza” de la que resultan percepciones a las que el poeta le pone alma, emoción y sentimientos que, en el caso de la música vallenata, se plasman en canciones con un alto sentimiento estético.

En la geopoesía vallenata, los elementos visuales, sonoros, odoríferos y táctiles del paisaje, median entre lo finito (mujer, familia, amigos, folclor, parrandas) y lo infinito (cielo, universo, cosmos), lo cual se plasma en lugares y/o elementos que para el poeta tienen alma: río, sierra, cerro, camino, flores, pájaros, árboles, sol, luna, estrellas, etc.; los cuales le producen diversas percepciones, sensaciones, emociones, sentimientos y significados. Tales hechos ocurren no solo como resultado de la contemplación de las formas visibles del paisaje, sino en conjunto con la percepción de sonidos, colores, olores y movimientos, tanto espaciales como temporales; los cuales activan recuerdos, imágenes y sensibilidades que resultan en versos y estrofas en los que, a través de metáforas, símiles, alegorías, hipérboles y prosopopeyas surgen las canciones; mediante las que el poeta describe sus sentimientos, en gran medida, asociados con vivencias o experiencias amorosas.

La obra poética musical de Rosendo Romero Ospino es una muestra representativa de geopoesía vallenata. Puede afirmarse que a través de los senderos, peñascos, lugares y paisajes percibidos por el poeta Rosendo en su caminar, éste desnuda su alma, sus emociones y sentimientos. Se trata de una conexión empática paisaje-cosmos-mujer-poeta en la que los sonidos naturales (paisaje sonoro) de los ríos, del viento, de los pájaros; las formas del paisaje: montañas, cerros, nevados, cafetales, maizales, naranjales, flores, plantas y arbustos; los movimientos del espacio sideral: día, noche, aurora, alborada, amanecer, atardecer, arrebol, estaciones, nubes y lluvia; el firmamento y los cuerpos celestes: sol, luna, estrellas y las emociones producidas por los ojos, la boca, los labios, la piel, el cabello, la sonrisa, la mirada, el rostro, los besos y la belleza de una mujer; se transforman en líricas canciones románticas.

La geopoesía de Rosendo Romero Ospino es una expresión de lo que el geógrafo francés Eric Dardel denomina “geograficidad”, para referirse a la relación existencial entre el ser humano y la tierra donde se desarrolla su vida, es decir la relación entre el mundo material externo y el mundo interno del poeta (Lindon, 2016: 359). Es en el marco de la aprehensión subjetiva de ese mundo: mujer (amor)-paisaje-cosmos que, como ya se ha dicho antes, ha surgido la inspiración del poeta del camino. Dicha aprehensión manifiesta, además, el “sentido del lugar” expresado en los significados del paisaje (camino, río, cerro, montaña, mujer, amigos, pueblo) construidos a través de su vida social, en relación con su tierra, los cuales guarda en su memoria y expresa en sus canciones. Los significados manifiestan, a su vez, el “espacio vivido” del poeta, en cuanto espacio cargado de valores, sentidos e identidad, a partir del cual se produce su territorialidad. Se trata, entonces, de una geopoesía territorializada, en la medida que surge en el marco de las relaciones del poeta con su entorno, en término identitarios, bajo unas condiciones sociales y culturales determinadas, espacialmente localizadas, de las que derivan sus emociones y sentimientos.



La territorialización identitaria de la geopoética de Rosendo Romero es evidente en muchas de sus canciones, como por ejemplo en la canción “Romancero Alegre”, en la cual los sentimientos por su pueblo Villanueva se entremezclan con sus emociones y coloquios amorosos, como se observa en los siguientes versos: “Cuando aquellos viejos callejones de mi pueblo eran pedregales / mis poemas brotaron del pecho, cual los pajarillos de los arrozales / hubo un tiempo en que guardé silencio y guardé mi canto en lo profundo de mi alma / pero el destello de unos ojos bellos me arrancaron notas y nuevas palabras.

Siguiendo al geógrafo francés Guy di Meo, la territorialidad identitaria de la geopoesía de Rosendo Romero es triescalar, en la medida en que involucra tres escalas espaciales interrelacionadas: el espacio personal, el espacio-lugar y el espacio-universo. En el espacio personal ocurren las vivencias amorosas y experiencias familiares, de amistad, parrandas, etc. En el espacio-lugar se da la conexión de estas vivencias con el paisaje y en el espacio-universo se da la conexión emocional con los astros y los movimientos siderales que ocurren en el cosmos y se proyectan en la tierra. A estos referentes mentales multiescalares remiten las emociones, sentimientos e imaginario del poeta (Lindon, 2016:384).

La geopoesía de la lírica romántica de Rosendo Romero se ha detectado en casi cien canciones de su poemario musicalizado. Canciones tales como Villanuevera, Frases de amor, La marquesina, Negra, La gran fiesta y Mi poema son un ejemplo.

En la canción Villanuevera la geopoética es evidente en la estrofa siguiente: Mujer que naciste en mi pueblo / cerquita al río frente a la sierra / por ti que el mar se ve en su cielo / sobre tu sombra, villanuevera.

En la canción Frases de amor esta geopesía se observa en versos tales como los siguientes: Oye mi amor, el cantante de mi tierra / tiene por voz el río, y por alma la sabana / y son sus versos, estrellas y rocío / por sombrero tiene el cielo y por techo la montaña /. Por eso cuando canta emociona / parece un ruiseñor de mañana…/ En los picos de las montañas / cuando el sol ya está declinando / se ven formas entre las nubes / que tienen figuras extrañas / y se pintan con arrebol /. Se ven formas de unos gigantes / un sombrero y un caminante / y de pronto se ven las formas / de dos novios dándose un beso en la tarde muriendo el sol /. Si no se pinta tu risa, yo lo haré / con pureza en la nevada, tu mi amor / si la borra la noche, volveré / a hacerla con la aurora de un nuevo sol. (Ver al final el artículo letra completa y audio de esta canción)

En la canción La marquesina aparece en versos como estos: No esperaré que llegue el frío de la nevada no esperaré que los ciruelos se deshojen / no esperaré que se humedezca la sabana  para poner entre tus manos mis canciones… Bañado con agua y estrellas vi tus ojos / llorando aquel día mi vieja canción.

 En la canción Negra la geopoesía es abundante, un ejemplo son estas dos estrofas: Yo te vi que pasabas repartiendo azucenas con tu sonrisa blanca yo te vi que robabas  un poema a la lluvia  con tu hermosa mirada. Yo sé que tienes un alma de cielo  de nieve blanca, nieve celestial  Tu corazón es un pájaro al vuelo  que entre la gente se quiere anidar.

En la canción La gran fiesta es evidente en los siguientes versos: Desde la sierra viene bajando un aguacero se oculta el sol  viene cubriendo todo el paisaje cual manto blanco, blanco algodón  desde mi barrio en Villanueva diviso el rayo y escucho el trueno  sopla la brisa con viento fuerte llega la lluvia el tiempo es mejor  renacen mis alegrías contemplando los paisajes  que son de la tierra mía, y siempre van a inspirarme.



Finalmente, en la canción Mi poema la geopoesía se observa en versos como estos: Esa mirada profunda y misteriosa es / como los claros de luna entre sombras de almendro / se encanta como un manantial entre juncos y helechos / romántica como la lluvia de un atardecer.

El análisis de la geopoesía de Rosendo Romero Ospino se comprende más al complementarse con aspectos semiológicos, referidos a la semiosis del texto poético, mediante la cual las unidades lingüísticas o palabras que conforman dicho texto, tienen un determinado significado para el poeta, el cual determina el sentido del mensaje.

Cada palabra o signo utilizado en el texto poético tiene un significante o soporte material o inmaterial y un significado o representación mental. Cuando el geopoeta expresa en la canción Despedida de verano que le queda “un sabor a sol” con la ausencia de su amada, está utilizando tres signos clave: sabor, sol y ausencia, cada uno de los cuales tiene un significante y un significado. El significante de sol es el de la estrella distante que irradia su luz sobre el planeta incidiendo en el clima (calor, frío, humedad, vientos, lluvia, etc.), el significante de sabor es la sensación percibida por el Yo poético y el de ausencia es el de la persona que se alejó. El significado lo da la articulación de los tres significantes, de lo que resultará una representación figurada mediante la cual el poeta expresa metafóricamente una sensación quemante, no placentera; solo comprensible en un contexto geográfico y vivencial como el de la zona ecuatorial de la tierra, donde se ubica el Caribe colombiano; en el que la perpendicularidad de los rayos del sol genera unas condiciones climáticas de muy alta temperatura del aire que produce un calor percibido como canicular o sofocante.

Pero no solo se deben considerar los aspectos ambientales y físicos del paisaje y del cosmos en la construcción de la imaginación poética, pues esto llevaría a una visión próxima al determinismo geográfico; también es necesario tomar en cuenta el contexto socioeconómico y cultural, como elemento decisivo en la construcción del sentido del mensaje poético. En esta dirección tiene un alto valor la experiencia de vida del poeta caminante en su tierra natal, bajo unas condiciones socioeconómicas y culturales que son referentes en sus textos poéticos