La suerte es lo que ocurre cuando la preparación coincide con la oportunidad" (Lucio Anneo Séneca; filósofo, político y escritor romano).
La música se caracteriza por tener un poder transformador y no sólo como una forma de arte, también es una fuerza que enriquece todos los aspectos de la vida; para algunos estudiosos del tema, la música tiene una capacidad, incluso para curar heridas emocionales, psicológicas o espirituales de una forma que ni la medicina puede.
En esta ocasión voy a referirme a un hombre que encontró en la música un desahogo emocional y sentimental que lo llevó a convertirse en acordeonista de la música vallenata: Alberto Jamaica Larrotta, quien nació el sábado 3 de abril del año 1965 en el barrio Belén Egipto de la ciudad de Bogotá, capital colombiana. Llegó a este mundo en el hogar conformado por María del Rosario Larrotta y Pedro Antonio Jamaica, ella una ama de casa y él un albañil, una pareja humilde, trabajadora y de buenas costumbres descendientes de boyacenses, que se encargaron de darle una buena educación, rodeada de mucho amor, cariño y ternura, pero al mismo tiempo con normas, con las que le inculcaron el buen comportamiento a "Beto", como cariñosamente fue llamado desde los pocos días de nacido, y al resto de sus hermanos.
Realizó sus estudios primarios en el colegio Alexander Graham Bell de la ETB (Empresa de Teléfonos de Bogotá) y, luego, ingresó al Instituto de Renovación Educativa donde alcanzó a hacer cuatro años de secundaria, estudios que interrumpió por el embarazo de su primera novia, suceso que lo llevó a hacerse cargo de un hogar a muy temprana edad.
Este bogotano siempre tuvo un gusto especial por la música, de ahí que su primer sueño fue ser cantante de baladas románticas, género musical en el cual se inició a muy temprana edad, escuchando a sus progenitores y hermanos mayores, quienes eran aficionados y seguidores de artistas consagrados de esta expresión musical, tales como: Nino Bravo, Yaco Monti, Nicola di Bari, Roberto Carlos, José Luis Perales, Rafael, entre otras figuras orbitales, que hicieron parte de la banda sonora de su humilde morada. Y de esa forma comienza a destacarse en las clases lúdicas de su colegio y reuniones familiares, animando y complaciendo a las personas de su entorno, quienes lo apoyaban, ovacionaban y aplaudían, algo por lo que se sentía feliz y complacido.
El pequeño "Beto" siempre fue inquieto en cuestiones musicales y con el pasar de los años, por medio de las emisoras radiales que se escuchaban en la fría capital, empezó a escuchar e interesarse por otro tipo de género musical, que era desconocido para él hasta ese momento: la música vallenata, con artistas como Guillermo Buitrago, Alfredo Gutiérrez, Bovea y sus Vallenatos, agrupación en la que se destacaba como vocalista el maestro Alberto Fernández Mindiola, quien se convirtió en un ídolo para Jamaica por la cadencia y la forma tan sentida que tenía para interpretar los cantos vallenatos en guitarra, lo mismo que la decana de las agrupaciones de música tropical en Colombia, Los Corraleros de Majagual que, en su formato, también incluían algunos vallenatos; es decir, que su gusto musical tuvo un giro sustancial y se dedicó a conocer y explorar esta otra música, y, en esas andanzas, conoció a un joven que interpretaba el acordeón llamado Wilson Ibarra y con él conformaron un pequeño conjunto con el que se dieron a conocer en tabernas, bares y fiestas privadas, en donde "Beto" cantaba.
El filósofo alemán Arthur Schopenhauer dijo: "El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos" y fue precisamente el destino quien tenía deparado otra cosa en la naciente carrera musical y artística de Jamaica, debido a que el joven acordeonista de la agrupación tenía serios problemas de medida, cuando tocaba solo se defendía con el instrumento arrugado, pero cuando acompañaba al vocalista se le complicaba ejecutar bajo un patrón de percusión; es decir, se adelantaba, se quedaba y eso hacía que se atravesara, entonces fue en ese momento cuando Jamaica Larrotta "jugó las cartas" y, tratando de corregir a su compañero de fórmula, se interesó y aprendió a interpretar algunas canciones vallenatas de manera elemental en el acordeón, ya para esa época contaba con 20 años de edad pero sin imaginar que terminaría siendo acordeonista de la música vallenata.
Como dice el viejo adagio "al que le van a dar le guardan", su compañero Wilson quien hasta ese momento era el acordeonista del conjunto le tocó trasladarse de Bogotá a Cúcuta y, luego, hacia el país vecino de Venezuela a raíz de la separación matrimonial de sus padres. Es en ese momento cuando el señor José Arnaldo Pedraza, exciclista y dueño de un almacén de elementos de sonido en el que vendía bafles, parlantes, equipos y quien también ejecutaba acordeón, tenía una agrupación aficionada, con la que interpretaban no solo música vallenata, sino también otras expresiones musicales del Caribe colombiano, sobre todo éxitos de los Corraleros de Majagual. El señor Pedraza decide darle la oportunidad de formar parte de la agrupación como cantante y a ratos como guacharaquero, instrumento que había aprendido a tocar de manera empírica años antes escuchando canciones vallenatas en la radio y las seguía con este instrumento de fricción.
Alberto Jamaica, siempre que tenía la oportunidad, le sacaba melodías al acordeón e interpretaba las pocas canciones que se había aprendido con el instrumento de su excompañero de agrupación y amigo Wilson Ibarra y, en un ensayo con su nuevo grupo, cogió sin permiso el acordeón del señor Pedraza y comenzó a sacarle melodías, detalle que no pasó desapercibido y sorprendió gratamente al dueño del instrumento y el conjunto, quien al escucharlo le dijo de manera directa y sincera que tenía más talento para interpretar esa caja musical de pitos y bajos que como cantante, y le aconsejó que aprovechara ese potencial y lo canalizara para su bien. Fue desde ese momento cuando se decide por completo a la interpretación del acordeón ya que encontró en él y la música vallenata la forma de trasformar sus tristezas en alegrías y convertir este instrumento en su nuevo y mejor amigo.
Con algunos ahorros que tenía fruto de sus presentaciones y el trabajo en construcción que aprendió ayudando a su padre, compró su primer acordeón y se dedicó de lleno a estudiarlo, escuchando y practicando canciones vallenatas las cuales repetía una y otra vez, de una colección de cassettes que incluía a maestros como Alejandro Durán, Luis Enrique Martínez, Alfredo Gutiérrez, Abel Antonio Villa, Emiliano Zuleta, Nicolás "Colacho" Mendoza, Israel Romero, Ismael Rudas Mieles, entre otros. Alberto confiesa que de todos aprendió algo, razón por la cual siente un gran cariño, admiración y respeto por todos esos grandes maestros del acordeón.
Ya con una agrupación propia conformada, más repertorio y habilidades en la ejecución del acordeón, quien se convirtió en un compañero inseparable de luchas y retos, comienza su aventura musical y artística que terminó siendo su profesión y estilo de vida.
En ese trasegar musical con su acordeón al pecho en la que poco a poco se iba ganando más reconocimiento ante los ojos de propios y extraños quienes se admiraban por la forma de tocar y el amor que un hombre nacido a kilómetros del Caribe colombiano le tenía a la música vallenata que incluso sorprendía a los mismos costeños radicados en Bogotá, se ganó el apelativo de "El Pollo Cachaco" tal como se les dice a las personas provenientes del interior del país y lo de "Pollo" porque fue un título popularizado por el maestro Luis Enrique Martínez "El Pollo Vallenato" quien se destacó por su virtuosismo y versatilidad en la ejecución del acordeón.
En una taberna bogotana donde el "Pollo Cachacho" oficiaba como músico de planta conoce a un colega acordeonista nacido en Nobsa, Boyacá, Hernando Celis Cristancho, quien ya se había presentado en el Festival de La Leyenda Vallenata, categoría aficionado y había salido Rey en la misma categoría en el Festival Cuna de Acordeones en Villa Nueva, La Guajira y con él entabló una bonita y sincera amistad y es quien lo motiva diciéndole que le veía madera para presentarse en ese tipo de festivales, retándolo para ver cuál de los dos ocuparía una mejor posición en Valledupar, en representación del interior del país. Beto aceptó el reto y comenzó su carrera brillante, arrancando por distintos festivales del Altiplano cundiboyacense, saliendo triunfador en varios y en otros ocupando honrosas posiciones, como en Madrid, Funza y Facatativá (Cundinamarca), Nobsa y Zipaquirá (Boyacá).
Grabó por primera vez unos covers en el año 1991 con el cantante William Bejarano, donde incluyeron los clásicos: 'Sin medir distancia', 'Esa", 'Cómo le pago a mi Dios', 'Muero con mi arte' y un merengue inédito titulado 'El enamorado'.
Realizó una segunda grabación con Gregorio Herrera, posteriormente con el cantante sincelejano Plinio Lugo. Luego, de haberse curtido, preparado, obteniendo bagaje y experiencia en estos festivales y en el campo de la grabación se inscribe en Valledupar con su amigo, colega y retador Hernando Celis, en la categoría aficionado donde ocupó un decoroso octavo puesto y su amigo el catorce y, desde ese momento, se afianzan más los lazos de hermandad entre ellos. Celis se convirtió en un apoyo incondicional en todos los aspectos en su carrera musical, hasta que un cáncer agresivo se lo llevó de este mundo terrenal.
Beto continúa aumentando su trayectoria en festivales, participando y llegando a instancias finales en el Cuna de Acordeones de Villanueva, La Guajira y en el Festival de Acordeones del Río Grande de la Magdalena en Barrancabermeja, Santander.
"El Pollo Cachaco" sostiene que siempre vivirá agradecido de su colega y amigo del alma Hernando Celis, porque fue quien le abrió la trocha como acordeonista del interior del país en los festivales.
Jamaica Larrotta siempre fue un hombre que perseveró y luchó para ganarse un espacio en este competitivo, y por qué no decirlo, regionalista mundo de la música vallenata, donde, después de trece intentos y habiendo logrado varias semifinales y una final, se corona Rey Vallenato profesional en el año 2006, partiendo en dos la historia del Festival de la Leyenda Vallenata, al convertirse en el primer acordeonista no nacido en el Caribe colombiano en llevarse tan codiciado galardón y con esto honrar la memoria de su colega y hermano de vida.
Los temas que interpretó en la final fueron 'Luz Mila' (Paseo) de la autoría de Poncho Zuleta; El Libre' (Merengue) de Camilo Namén;
'Amores con mi acordeón' (Son) de Iván Gil Molina y 'Toca cachaco' (Puya) de José Triana.
Alberto Jamaica también se ha destacado en otras facetas musicales como: director, productor, arreglista, compositor, segunda voz, ha participado aproximadamente en setenta grabaciones, fue el encargado de interpretar toda la música en la bionovela "Diomedes Díaz, El Cacique de La Junta" donde tocó alrededor de doscientas canciones, emulando el estilo de los diferentes acordeonistas que acompañaron al gran Diomedes Díaz en su exitosa y fructífera carrera musical, ganando el premio Tv y Novelas a la mejor banda sonora de telenovelas.
Dentro de su carrera musical se destacan grabaciones con Jairo Serrano, Ivo Díaz, Pablo Atuesta, Otto Serge, Edgar Fernández, asimismo con orquestas reconocidas como: Los Alfa Ocho, Los Tupamaros, Los Ocho de Colombia, César Mora y su orquesta María Canela, Carolina Sabino, la agrupación Baracutanga de Nuevo México.
Condecorado dos veces por el Congreso de la República con la orden "Gran Caballero", por su aporte a la música y a la cultura colombiana, se ha paseado por distintos lugares del mundo dejando en alto el nombre de Colombia con un lenguaje musical y folclórico en escenarios de Londres, Canadá, Malasia, Seúl, Sydney, Texas, Nueva York, San José de Costa Rica, Caracas y muchos sitios más.
Como productor musical trabajó con la cantante Guadalupe Mendoza conocida artísticamente como "Lupita Mendoza", nacida en Chihuahua, México y radicada en EEUU, una producción de trece canciones donde hizo los arreglos musicales de cumbia mexicana, bolero, balada, una cumbia de su autoría y un porro del maestro Romualdo Luis Brito López, temas acompañados con su acordeón bendito.
Beto Jamaica es un caudal musical que siempre está activo y sigue haciendo música en sus distintas facetas, ya sea como acordeonista, productor, director, arreglista, cantante o compositor. Recientemente, grabó dos temas con el cantautor Hochiminh Vanegas Bermúdez, un paseo vallenato titulado "En el senderito" y una tambora titulada "Matrona de mi tierra"; fue el productor y acordeonista de cuatro canciones de un trabajo discográfico de seis en donde canta el actual Ministro de Educación Daniel Rojas Medellín, quien se animó a grabar clásicos de la música vallenata, los otros dos temas son interpretados por el maestro Emiliano Alcides Zuleta Díaz, hace pocos días se estrenaron dos canciones de la autoría de Beto Jamaica en donde canta y toca, un paseo vallenato en dedicatoria a un amigo que cumpleaños, titulado 'Una fecha especial' y un merengue, 'Soy parrandero', próximamente saldrá al mercado un trabajo discográfico en donde Beto participa como director, productor, arreglista, acordeonista y hace voces, un total de 17 canciones vallenatas con contenido poético y literario todas de la autoría del abogado, compositor, guitarrista y cantante tolimense Ángel Asencio, que es una clara muestra de que aún hay músicos que conservan las raíces de esta expresión musical de origen provinciano.
Alberto Jamaica Larrotta, "El Pollo Cachaco", demostró y sigue demostrando que su amor y admiración por la música de la tierra de Francisco el Hombre no tiene límites y que, sin haber nacido en el Caribe colombiano, ha hecho un aporte significativo a la edificación de nuestra música vallenata: un cachaco con alma y corazón costeño.
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