Después
de que el sanjacintero Adolfo Pacheco Anillo saboreara la fama como el
compositor de los Montes de María y se internacionalizara con La hamaca grande,
El viejo Miguel, El mochuelo y Mercedes, entre otras canciones, cayó en cuenta
de que su papá tenía razón: debía estudiar Derecho. Fue por ello que ingresó a
la Universidad de Cartagena a los treinta y seis años de edad y se graduó de
abogado a los cuarenta y tres años.
En
su juventud sólo soñaba con ser músico; y el viejo Miguel (su papá), a quien le
compuso precisamente la canción que se titula así, se empecinó en no apoyarlo.
Él asociaba la música con el ron.
Y
así se la pasó hasta que un día tuvo que aceptar que su hijo había nacido para
la música. Todo se dio cuando el negocio de víveres que tenía en San Jacinto
empezó a decaer. Para ese entonces, Adolfo había terminado su bachillerato en
el Colegio Fernández Baena en Cartagena y estaba estudiando Ingeniería Civil en
la Universidad Javeriana en Bogotá, donde cursó hasta segundo año y de paso
aprovechó sus ratos libres para tomar clases de guitarra.
El
viejo Miguel tenía que sostener a cuatro mujeres que le habían dado diecisiete
hijos y no podía seguir costeando sus estudios en la capital. Esta situación
obligó a Adolfo a regresar a su pueblo, donde empezó a trabajar como maestro de
primaria.
El
magisterio lo alternó con la música. No paraba de componer canciones, y los
fines de semana los dedicaba a cantar sus temas en los pueblos aledaños, al
lado de sus entrañables amigos Nasser Sir (guitarrista de Los Isleños), Nelson
Díaz (saxofonista), Andrés Landero (acordeonero y cantante) y su compadre Ramón
Vargas. De la gran amistad que tuvo con el último de ellos nació en 1969 la
célebre canción La hamaca grande. Fue a raíz de la exigencia de su compadre, de
que Adolfo le compusiera un vallenato. Por eso la primera versión de esta
canción decía: Compadre Ramón no me esté diciendo que yo le componga vallenato
al son.
Después
la cambió por la que hoy es el paseo que lo ha hecho famoso en el mundo hispano
y lo han grabado Andrés Landero, Johnny Ventura y Carlos Vives. El título del
tema se lo puso Edgardo Pereira durante una parranda en su finca en San
Jacinto. Él dijo: Pero si el nombre está en la canción. La hamaca grande.
Cada
composición de Adolfo, de las ciento veintiséis que lleva grabadas, tiene su
propia historia. El viejo Miguel es un canto a la nostalgia. El tema lo
escribió cuando su papá dejó al pueblo por la ciudad. Escogió a Barranquilla, y
allá en San Jacinto se quedó él, con muchos de sus hermanos, y su mamá, Mercedes,
quien fue la primera que se fue pal" cementerio.
Mercedes
es, para él, un nombre dulce. Representa la bondad de una madre. Así también se
llama la última mujer del viejo Miguel, a quien aprendió a querer porque cuidó
a su padre durante sus últimos años. Con ese nombre bautizó una canción que le
hizo a una novia que no quería que le divulgara su identidad. Fue un amor
frustrado, antes de su matrimonio. Porque desde el momento en que conoció a
Ladys, su vida cambió.
Adolfo
es una mezcla de blanco con negro e indígena. A lo largo de su vida ha
estudiado el origen de sus antepasados. Mi bisabuelo paterno era de Ocaña y
llegó a San Jacinto, por allá en 1850, durante la fiebre del tabaco. Era blanco
y pecoso, y varios años después se casó con Crucita Estrada, una negra recién
liberada de la esclavitud. Ella se hizo famosa porque hacía unos bollos
deliciosos.
Su
abuelo paterno, Laureano Antonio Pacheco, fue quien descubrió en él su
inclinación por la música. Era tambolero de gaita. Y su mamá cantaba a voz en
cuello, pasillos, vals y boleros, pero en el patio de su casa. De sus recuerdos
infantiles aún tiene fresco en su memoria el primer verso que hizo a los seis
años de edad. Es un canto indio en ritmo de puya, y que algún día terminará de
componerlo.
Los
temas de este maestro del folclor han sido grabados además por Otto Serje y
Rafael Ricardo, Nelson Henríquez, Daniel Celedón e Ismael Rudas, Los Hermanos
Zuleta, Diomedes Díaz, Carlos Vives, Johnny Ventura, Los Melódicos y Moisés
Angulo.
Aparte
de la música, Adolfo es un enamorado de la política. Fue Concejal de San
Jacinto, Diputado del Departamento de Bolívar, Secretario de la Asamblea de
Bolívar y Director de Tránsito de Bolívar .
Su
viejo amigo Régulo Matera, Diputado del Atlántico, se lo trajo para
Barranquilla hace dos años, y aquí está como secretario de la Asamblea.
Cincuenta
y ocho años de edad, madrugador, poco trasnochador, contador de anécdotas -de
él y de sus amigos. Este es el perfil de Adolfo Pacheco, el compositor sabanero
a quien la musa le llega de los Montes María; y de cada estado de inspiración
siempre hay una producción poética, como lo es él en toda la esencia de su ser.
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