A cincuenta kilómetros al sur de Riohacha, se
encuentra incrustado Treinta Tomarrazòn, corregimiento guajiro que fácilmente podría entrar a los Guiness
Records entre los pueblos con los nombres
más insólitos del mundo. En esta recóndita aldea de la vertiente oriental de la
sierra nevada de Santa Marta, fue donde
Romualdo Brito pegó su primer llanto un
15 de Marzo de 1953 el que fue sosegado
por los brazos de Carmen Leticia López Pérez y Pedro Esteban Brito Díaz, hogar
del que también brotaron 17 vástagos. El contexto local y familiar despertó en
aquel niño la sensibilidad por la música. “Me inicié cantando rancheras desde
los nueve años de edad, luego me dediqué a componer música vallenata. Mis
primeras canciones las hice en un mismo día, en un cumpleaños de mi mamá. Los
festejos de mi papá eran de una semana, invitaba a varios juglares, traía
chirrínchi de contrabando de Maicao en unos barriles grandísimo, duraban dos
semanas bebiendo y hasta que no se gastaran, no se acababan la fiesta.” En estas famosas
parrandas surtía el trago, tocaba la guacharaca y se abría a la creación
musical. En un día de “leva” del Liceo Padilla de Riohacha fue a dar a Maicao donde se presentaría el
músico Lizandro Meza, al que pidió una oportunidad para tararearle sus
canciones. El “rey” sabanero accedió a las insinuaciones del inquieto muchacho.
Sorprendido por las capacidades del joven provinciano al poco tiempo le grabó sus primeras obras:
“El Dios cantor”, homenaje al poeta ciego Leandro Díaz, “Mi lamento”, y “Flor
de Villanueva”. De ahí en adelante algunas agrupaciones del vallenato como las
de los Zuleta, Diomedes Díaz, Jorge Oñate, Adaníes Díaz, Beto Zabaleta, no
dudaron en grabarles.
PICARESCAS,
LIRICAS Y PROTESTAS
El que
desconozca la creativa y prolífica obra de Indio Romualdo, podría identificarlo como un autor frívolo
que hace apología al hedonismo y la obscenidad. “Parranda ron y mujer”, “No
tiene ná”, “Maluquito pero sabroso”, “El santo cachón”, “Suegra présteme a su
hija”, “Parrandeando”, “llegó tu marido y “Cabecita loca”; entre otras, son piezas de la faceta musical picaresca con la que
Romualdo Brito se ha hecho célebre dentro de la música de acordeón. Creaciones
controvertidas, polémicas, jocosas,
desabrochadas que probablemente más de uno han censurado. Quien ahonde
en la carrera musical de Brito, cambiará
de parecer, encuentra a un artista polifacético y recursivo, profundo autor de
preciosas obras líricas como: “Amaneceres del Valle”, “Esposa mía”,
“Amiga mía”, “Lo más lindo del mundo”, “Cuando la vi”; poéticas que enaltecen
nobles sentimientos. Las motivaciones de este músico guajiro, le ha permitido
explorar facetas como la de cantante y el perfil de un autor versátil que
combina sin confusión ni ambigüedades, el romanticismo, la picardía y la
crítica social.
Su extracción campesina y humilde, al igual que la
pobreza hiriente entre sus paisanos, logró despertar la sensibilidad por los
marginados de las áridas tierras guajiras. Sentimiento que fue madurando con
los estudios de secundaria que realizó en el Liceo Padilla durante los años setenta. La ebullición política de
la revolución cubana contagió al imberbe autor, el que apertrechó en su mochila
“wayuu”, textos del materialismo histórico de Carlos Marx y Federico Engels,
que le ayudó a una mejor estructuración
de su liderazgo estudiantil y de su poesía rebelde, con las que sorteó senderos espinosos. “En la
época del bachillerato conocí a Engel a Marx. Me volví un seguidor, un fanático
de esa ideología, de esa filosofía materialista, porque era la época en la que
uno se está preguntando, está buscando el origen a las cosas. No es lo mismo
cuando a uno le pintan las cosas
espiritualmente que materialmente. Eso influyó mucho. A nosotros como estudiante, nos perseguían la policía.
Nos íbamos al monte a leer esas doctrinas, escondidas de los padres y de los
rectores de los colegios. Nos miraron siempre como reaccionario, casi
guerrillero.” Las limitaciones propias, las dificultades de los indígenas, el desempleo, y el abandono ancestral de la
Guajira por parte de la clase dirigente local y nacional, hicieron que
afloraran canciones de un alto contenido crítico y social.
“YO SOY EL INDIO”
El proceso
de violencia y expoliación al que fueron sometidos los indios guajiros por
parte del conquistador europeo, fueron plasmados en “Yo soy el Indio”. En esta
poesía crítica, Romualdo personifica la voz del indio que se rebeldiza contra
el invasor y censura la actitud indiferente del Estado y los medios de
información frente a los problemas históricos de esta región, obra que fue
llevada a la pasta sonora por Diomedes Díaz y Nicolás “Colacho” Mendoza, en el
año 1978, en la disquera CBS. “Esta canción es y sigue siendo la realidad de la
Guajira, un pueblo donde la clase dirigente tradicional han sido de las más miserables
del mundo. Un departamento con tanta riqueza y con tantos contrastes, con mucha
miseria. Riohacha tiene más de 450 años y no tiene acueducto, no existe
servicios básicos para vivir. Aparece que las vías, las calles, las carreteras pavimentadas de 5 a 6 veces sin haberlo hecho.” Con voz
impetuosa entonó la aguerrida poesía. “Compadre yo soy el indio (Bis)Que tiene
todo y no tiene nada, trabajo para mis hijos (Bis)Quemo carbón y pesco en la
playa, yo soy el indio oprimido por mi ingrata patria colombiana…
LA MARIMBA GUAJIRA
En la década de 1970 irrumpió el fenómeno de la
Bonanza Marimbera. El tráfico ilegal de la hierba alucinógena fue generando un
negocio supremamente lucrativo. La frontera de la Guajira, sus extensas zonas
baldías, otras desiertas, las vastas costas y playas, con escasa presencia del
Estado, posibilitaron condiciones favorables para la libre circulación de cannabis y todo tipo de contrabando. Esta
actividad se constituyó en una empresa que, a pesar de su ilegalidad, fue
generadora de grandes dividendos y empleos que el mismo Estado no garantizaba a
una población marginada.
Este
contexto social permitió a este guajiro pincelar “El Marimbero”, canción
grabada en versión tropical por el inquieto anacobero Daniel Santos y en la propia
voz del autor con el marco musical de los Hermanos Meriño. En ella, Romualdo
justifica el hecho de que jóvenes de su
generación golpeados por la falta de
oportunidades y el abandono de su región tuvieron que acudir al cultivo y
comercialización de “la mala hierba”. “En la Guajira apenas se estaba
instalando universidades, los estudiantes salíamos de los planteles del
bachillerato y no teníamos casi ninguna oportunidad de estudiar en otra parte.
La situación era difícil y apareció la bonanza marimbera y unos se iban para el
monte a sembrar marihuana, otros a
distribuirla buscando una solución de vida. El gobierno comenzó a mirar
el problema, a combatir a los
narcotraficantes, pero nunca miraron que detrás de ese narcotraficante pudo
haber un jefe de Estado, un ministro, si
le hubiese dado la oportunidad de estudiar.” Romualdo, ilustra apartes de la
canción protesta.“Hoy me llaman marimbero, por cambiar de situación, olvidan
que yo primero fui gamín o pordiosero, sin ninguna educación. Hoy porque tengo
dinero, hoy me persigue el gobierno…
TRASNACIONALES Y LA EXPLOTACION DEL CARBON.
La Guajira, exótica e imponente emerge en el Caribe
colombiano con majestuosidad natural. A lomo de burros deambulan por estepas la desesperanza de nativos famélicos de la antigua provincia de Padilla. Sus
bondades naturales son explotadas por
poderosas transnacionales que usufrutuan
sus recursos.
Estas circunstancias conspiraron para que “el indio
rebelde” creara una corto punzante obra: “Volvieron los gallinazos”, página
musical grababa en ritmo tropical por el Músico Tony Arraut con la orquesta los
Caribes, en el sello disquero Fuentes. En ella, Brito, cuestiona a las
autoridades políticas nacionales y regionales la forma injusta como eran entregadas las riquezas minerales
del carbón de la Guajira a una
empresa norteamericana, a quienes
identifica como terroristas del mundo.
“Cuando apareció la bonanza del carbón, el primer contrato que hizo el
Estado colombiano con una empresa norteamericana costaba más trasportar el
carbón de donde lo cogían para llevarlo
a los puertos que el mismo, sumado a una mano de obra barata. Afortunadamente
la gestión del senador Amilkar Acosta, de Antenor Durán y otros políticos que
salieron del colegio nacional Padilla se
reconsideró la contratación y finalmente se cambió el contrato.” El negro
Romualdo con voz acompasada, entona la más rebelde de sus obras: “Volvieron los
Gallinazos”. Los terroristas del mundo, de la humanidad. Destruyen todo a su
paso, insaciables de riquezas, siembran la maldad…”
MEDIOS Y
FALTAS DE POLITICAS DE ESTADO.
Muchos degustadores de esta tendencia musical: “la
canción protesta”, lamentan que las radiodifusoras marginen aquellas poesías de compromiso social que
convidan a la edificación de un mundo mejor. Con frecuencia se acercan a Romualdo, lo animan a seguir pincelando
canciones de corte social.
La acelerada masificación cultural, la
comercialización de medios y empresas discográficas ha influido notoriamente en la creación
nuevas necesidades y hábitos hedonistas que estrechan la grabación y difusión
de obras con mensajes sociales y humanos. Romualdo, medita unos segundos. Cuestiona la apatía
auditiva y reflexiva de sus compatriotas. “En Colombia, al igual que en otros
países existe un fenómeno de pereza auditiva bastante grande. Son muy pocas las
personas que analizan el mensaje. Los compositores y cantantes, también tiene
responsabilidad en esto. Los cantantes de ahora no tienen formación, dice
cualquier barbaridad y si tienen plata pá que esa barbaridad se vuelvan un
éxito, existe mucha comercialización en los medios. Este es también un problema
de política de Estado, en Colombia no existe una ley que proteja la difusión de
la cultura nacional.” Enfatizó el indio guajiro.
El espíritu crítico y el liderazgo del
“treintero” lo llevó a ocupar la
presidencia de Sayco durante los años noventa donde abanderó reivindicaciones
de los músicos colombianos en especial, la de costeños. En el reñido mercado musical vallenato saturado por la Nueva ola y
canciones cursis y monotemáticas, aún cosecha obras de contenido social que aspira que sus colegas algún día decidan
llevarlas al disco, para que de nuevo se
le cante a los problemas sociales como elemento esencial de la poesía vallenata.
Autor: Héctor Castillo Castro
Periodista e investigador cultural
Magíster en Historia
hcastillocastro@hotmail.com
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