Un
triunfo sin discusiones resultó ser el de Wilber Mendoza, quien demostró que el
vallenato auténtico lo llevó en la sangre.
La
prematura partida de Colacho Mendoza en septiembre de 2003 dejó en el folclor
vallenato un vacío que sentíamos imposible de llenar, no obstante, encontrar
trazos de su impronta musical, en acordeones como ‘El Cocha’ Molina y los
hermanos Ciro y Álvaro Meza Reales, tres indiscutibles reyes del acordeón
tradicional.
El
octogenario Chema Martínez, hermano de Luis Enrique, ‘El Pollo Vallenato’,
resume con la siguiente frase el panorama actual de los acordeoneros que en
estos momentos se destacan como los mas diestros: “El acordeón de ahora ya no
suena lo mismo, el firi firi, de los pelaos le ha quitado el sabor”.
Si
bien es cierto que hoy en día el nivel de ejecución de los acordeoneros jóvenes
es cada vez más alto y el espectro musical que manejan es realmente
sorprendente, ese toque dulzón del alfandoque sonoro es ahora muy difícil de
paladear. El paso inexorable de la evolución que nos quita y ofrece a la vez no
siempre para mejorar, reflexión que el mexicano José Alfredo Jiménez sentencia
en una de sus mas conocidas rancheras “Las ciudades acaban las costumbres”,
quizás evidenciando el pensamiento de Jorge Manrique, poeta español de la época
medieval, en el poema que escribió a la muerte de su padre: “Todo tiempo pasado
fue mejor”.
Después
de la muerte del Rey Colacho y de Fanny su esposa, Wilbert su hijo, anduvo por
la senda equivocada y hasta desligado del acordeón, pero afortunadamente un
grupo de amigos que admiraron y quisieron a Nicolás Elías unidos a su hija
Karina iniciaron una cruzada para rescatarlo y ubicarlo en los caminos que
siempre transitó Colacho, el del respeto, el profesionalismo y el del inmenso
amor por el folclor que lo consagró como verdadero Rey de Reyes, y a fé que lo
lograron. Hoy en día Wilbert, ni siquiera toma trago.
El
grupo de los cinco finalistas que disputaron la corona el pasado treinta de
abril, estuvieron todos a la altura del vallenato tradicional en su
interpretación de los cuatro aires; no observamos carrerones en la puya, ni
monotonía en el son que a veces nos pone a bostezar, los paseos se tocaron
alegres, sin notas atropelladas y los merengues mostraron la cadencia y el
sabor festivo de los viejos juglares, pero Wilbert marcó la diferencia, quizás
sin haber sido el de mayor ejecución.
Fue
el único que en el paseo realizó cortes o paradas, que además de descansar la
nota, crean expectativa en el oyente, lo cual es siempre seguido de un vibrante
pique o una figura melódica cargada de sabrosura, donde la presencia de
Emilianito Zuleta es tangible. Interpretó un son poco conocido de Calixto Ochoa
pero sin subordinarse al estilo bajero de la nota gruesa, lo tocó como un
autentico son provinciano de nota fresca y campirana como lo hacia Simón Salas,
su primo Toño, Víctor Soto y Colacho cuando tocaba “Los Tres Monitos” de Escalona.
Nos sorprendió con el merengue “Las Amenazas de Emilianito” un tema inédito de
Lorenzo Morales que mucho tiempo estuvo extraviado en los cardonales de
Guacoche y en la ejecución de la puya también inédita, revivimos la gloriosa
noche de Abril de 1987 cuando Colacho ganó el Rey de Reyes y además el cajero,
Aníbal Alfaro recordó esa vieja suerte de los cajeros de antaño, arrancándole
mugidos al cuero de la caja al sobarla con los dedos de las manos rematando con
ese impresionante tableteo de metralla, que solo a Rodolfo Castilla le he visto
realizar en momentos de sublime inspiración.
Ante
el pueblo y un jurado lucido e idóneo el triunfo de Wilbert es inobjetable,
estuvo sereno, seguro y sin mayores arandelas.
Publicada
porJulio Oñate Martínez (Premio Nacional Simón Bolívar)/Especial/Vanguardia
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