Uno de los mejores álbumes en la historia de la
música vallenata es Tierra de Cantores, por varias razones. En primer lugar,
casi todos los temas incluidos se convirtieron en grandes éxitos. Como si fuera
poco, es quizás el único disco que contiene la primera versión de dos obras
ganadoras del concurso de la Canción Inédita del Festival de la Leyenda
Vallenata. Y no son de cualquier autor: La Profecía, de Julio Oñate Martínez,
ganadora en 1976 y Río Badillo, ese inmortal himno al amor del inmolado Octavio
Daza, triunfadora en 1978, año en que se grabó esta producción con la antigua
compañía CBS, hoy Sony Music.
También incluye, además de la canción que le da
título, de la autoría de Carlos Huertas, Dios no me deja, de Leandro Díaz, El Gallo Fino, de Edilberto Daza, No me
guardes Luto e Inmenso Amor, de Armando Zabaleta, La Querella, de Emiro Zuleta,
Emma González, de Poncho Zuleta, e Isabel Martínez, que aparece con el crédito
D.R.A. pero que es vox pópuli que la compuso Germán Serna, aunque muchos se la
han adjudicado fraudulentamente.
Pero la canción de ese elepé que se ha vuelto un
ícono popular es La Virgen del Carmen, preferida de los fieles de esta santa de
la Iglesia Católica. Hoy no habrá emisora, picó, bus, caseta, cantina,
corraleja, procesión o equipo de sonido casero en toda la Región Caribe, donde
no suene a todo volumen.
Lo que muchos ignoran, incluidos muchos locutores y
directores de emisoras de música vallenata, es el vínculo del maestro Joe
Arroyo con esta grabación, realizada a mediados de 1978 en los Estudios
Ingesón, de la carrera 22 entre calles sexta y séptima de Bogotá.
Estar vinculado a esa producción como mánager y
presentador del grupo de los Hermanos Zuleta, es uno de los mejores regalos que
me ha dado la vida, por muchas cosas que sucedieron, algunas de las cuales no
se pueden contar.
Para esa época ya se estilaba que los coros no los
grababan los coristas de base de los conjuntos sino que se invitaba a algún
cantante exitoso, casi siempre Juan Piña o su hermano Carlos, el saxofonista,
quien precisamente había aportado la primera voz en la anterior producción de
los Hermanos Zuleta, El Cóndor Legendario. Poncho y Emilianito me ordenaron que
llamara a alguno de los dos, que para entonces residían en Medellín y gozaban
de gran popularidad con su orquesta La Revelación.
Pero no fue posible contar con ellos porque estaban
de gira en Estados Unidos y no alcanzaban a llegar a tiempo para la grabación,
por lo cual se me ocurrió, sin consultarles a ellos ni a los directivos de la
disquera, llamar a Joe Arroyo, gracias a que Janeth Fuminaya, la esposa de Juan
Piña me consiguió su número telefónico.
Primero hablé con Adela, entonces esposa de Joe y
al rato él me estaba llamando. Fue muy cordial y acordamos que se le pagarían
veinte mil pesos, que serían pagados por nosotros, además de la tarifa de la
disquera, que para la época era de unos quinientos pesos por cada canal de voz
o de instrumento que se grababa, lo cual sumaría cinco mil quinientos pesos por
los once temas del disco.
Le situé el tiquete en Medellín y esa misma noche
Joe estaba en Bogotá. Su porte imponente, sus pintas coloridas, su caminar
brioso y su afro perfectamente redondeado con el trinche que guardaba en el
bolsillo trasero del pantalón, despertaban curiosidad por donde pasaba, en la
aún friolenta capital colombiana.
La única habitación del Hotel Niágara, al que
llamábamos “Hotel Salchiyuca”, porque todos los días servían lo mismo al
desayuno, donde estábamos alojados, que tenía una cama disponible era del
maestro Armando Zabaleta, quien había viajado invitado por la disquera, al
igual que Octavio Daza. Allí ubiqué a Joe pero después tuve que llevarlo a otra
porque al maestro Zabaleta no le cuadraba mucho que el cantante llegara tan
tarde, ya que después de las sesiones de grabación se iba de juerga con El
Pantera García, el trombonista que había sido su compañero en la orquesta de
Fruko y sus Tesos, y con otros músicos de la capital.
El disgusto. Cuando Poncho y Emilianito se
enteraron de la presencia de Joe en Bogotá para grabar con nosotros, no
ocultaron su disgusto, mejor dicho, me regañaron por esa arbitrariedad que yo
había cometido.
“¿Cómo se te ocurre llamar a ese hombre. Está bien
que es cipote cantante pero de salsa, Juanka. Se te olvidó que lo que nosotros
hacemos es vallenato… va-lle-na-to, entendiste? Tú verás cómo haces pero ese
tipo no va a grabar con nosotros, búscate otra primera voz”.
Tuve que recurrir a los buenos oficios de José
Sánchez, ingeniero de sonido, Armando Hernández y Jairo Negrete, coristas de
base del conjunto y a otros compañeros para convencer a los hermanos Zuleta. Al
fin lo aceptaron y el resultado lo conoce y lo disfruta hoy el público: ese
sabor único y especial, inevitablemente impregnado de cadencias salseras, en
perfecta armonía con la segunda voz de Armando Hernández, veterano exintegrante
de Los Corraleros de Majagual.
Al terminar, Poncho y Emiliano fueron los primeros
en felicitar a Joe por el trabajo realizado y reconocieron que yo había
acertado al llamarlo.Ese coro de Río Badillo con las ‘oes’ prologadas: “Si
algún día peleamoooos por algún motivooooo”, o la síncopa presente en Isabel
Martínez: “si te pregun…tan por la rutina, diles que esas son co…sas de Chi…che
Guerraaaaa” le dieron un toque singular a esa producción. Pero indudablemente
el que más se cantará este fin de semana es el coro del merengue de Emilianito,
La Virgen del Carmen: “Porque esa virgen divina para mi familia sí representa /
el cariño más puro para mi mujer y pa’ toa mi raza”.
Hora de reconocimientos. Otro hecho curioso, que
justifica el desconocimiento de este episodio por parte de la mayoría del
público, es que lamentablemente no pudimos poner su nombre en los créditos de
la contra carátula, debido a que el contrato de exclusividad que lo ataba a
Discos Fuentes no le permitía figurar en grabaciones de otras disqueras. Por
ello solo aparecen Armando Hernández y Jairo Negrete. Yo, curiosamente,
aparezco como Director Escénico, cargo que no existía ni existe en los
conjuntos vallenatos.
De todas maneras, no es nada raro que Joe cantara
bien el vallenato. A los 15 años, cuando aún se le conocía como Álvaro José Arroyo
González, el maestro Rubén Darío Salcedo
le dio su primera oportunidad cantando este género con su conjunto en
Sincelejo, antes de ponerlo a cantar música tropical o salsa. Algo que la
excesiva ficción de la telenovela sobre su vida, impidió que se le contara al
público televidente. Pero no es lo único que el maestro, que hoy se debate
entre la vida y la muerte, ha hecho acompañado de un acordeón.
Hace algunos años grabó con Emilianito Zuleta el
merengue Yo soy el Folclor, de la autoría de Luís Cujia, obra ganadora del
concurso de la Canción
Inédita en el festival de 1998 en Valledupar.
Estoy seguro de que miles de seguidores de Joe
Arroyo van a prenderle una vela a la Virgen del Carmen, cantarán el merengue de
los hermanos Zuleta y le orarán para
implorarle que le devuelva la salud y la vitalidad. Yo, tengo un paquete listo.
Por Juan Carlos Rueda
Especial para EL HERALDO.
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